Colombia, las y los nadies quieren y serán gobierno: análisis en profundidad
Por Alina Duarte
Desde Ciudad de México
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Eduardo Galeano.
19 de junio, la victoria
Lloran, se abrazan, gritan, la alegría toma las calles. Suenan los cláxones y bailan a mitad de la avenida. No pueden creer que las noticias que corren de boca en boca, de tuit en tuit, de noticiero en noticiero, sean verdaderas. Conforme pasan los minutos, las horas, confirman que es real: ese 19 de junio, ellas y ellos, las y los nadies, triunfaron.
“Estoy erizada de pies a cabeza, con esta emoción tan grande porque sé que esto es un logro histórico para todos nosotros que nos queda en la memoria, ¡Qué alegría!, ¡Qué felicidad! ¡Hasta que la dignidad se haga costumbre!”, dice con una sonrisa enorme Ana Yuli Gamboa, una caleña afrocolombiana que ha salido a festejar.
Como Ana Yuli, poco a poco miles tomaron las calles y las plazas del país celebrando la victoria del Pacto, una victoria que les sabe a propia.
“Después de 214 años logramos un gobierno del pueblo, un gobierno popular, el gobierno de la gente de las manos callosas, el gobierno de la gente de a pie, el gobierno de los nadies y las nadies de Colombia. Vamos hermanas y hermanos a reconciliar esta nación. Vamos por la paz, de manera decidida con amor y con alegría, vamos por la dignidad. Soy la primera mujer vicepresidenta de Colombia, soy su vicepresidenta”, dice Francia Márquez ante miles en Bogotá una vez confirmada la victoria del Pacto Histórico. Otras y otros tantos le miran a través de las pantallas, le escuchan en la radio, siguen sus palabras en redes sociales en el resto del país, en el resto del continente
Minutos más tarde llega la frase que muchos esperaron por años: “Soy Gustavo Petro y soy su presidente”. Es entonces cuando el estadio Movistar Arena en Bogotá retumba ante las palabras del próximo inquilino del Palacio de Nariño.
Fue en Cali, la capital mundial de la salsa, donde me tocó presenciar la felicidad hecha llanto, hecha baile. El grupo Niche no faltó en las bocinas que anunciaban la victoria: “Cali pa-chan-gue-ro, Cali, luz de un nuevo cielo”. Y entre lágrimas, cientos de colombianos y colombianas hacían suya lo que dicen, es una nueva era para el país. La era del Pacto.
El Pacto Histórico: alianzas sui generis
El 11 de febrero de 2021, el Pacto Histórico nació oficialmente. Referentes políticos de izquierda y centro izquierda anunciaron el proyecto que buscaría, primero, consolidar una posición que lograra la mayoría legislativa en el Congreso y, en segundo lugar, una candidatura que disputara y ganara la Presidencia de la República. El Pacto Histórico lo logró.
La particularidad de esta coalición estribó en quiénes la conformarían, pues no se trató de una simple alianza entre fuerzas electorales: también se sumaron movimientos sociales de un amplio espectro ideológico.
Colombia Humana, Polo Democrático Alternativo, el Movimiento Alternativo Indígena y Social, la Unión Patriótica-Partido Comunista, Todos Somos Colombia, el Congreso de los Pueblos y Comunes (partido fundado por ex combatientes de las FARC) son algunos de quienes se sumaron al llamado.
Pero a la cita con la historia se adhirieron orgánica y rápidamente jóvenes, mujeres, campesinos, sindicalistas, colombianos y colombianas mayoritariamente provenientes de ese sector de las y los históricamente excluidos, de las periferias, de los barrios más pobres, de la clase trabajadora. Al Pacto se sumaron las y los nadies, ese sector que no dudó en salir a las calles en abril de 2021 cuando ante la amenaza de Iván Duque de echar a andar una reforma tributaria que beneficiaría a las clases dominantes, tomaron las calles de miles en miles.
A nivel nacional, más de 70 personas que alzaron la voz, lo hicieron incluso a costa de perder la vida, mientras cientos no dieron un solo paso atrás a pesar de la brutal represión de las fuerzas policiales.
Una de las principales trincheras de lucha en Cali fue la de Puerto Resistencia, sitio de confluencia de una juventud sin miedo, cientos de ellos formaron parte de la “primera línea”. Durante meses enteros se plantaron firmes por una nueva Colombia, meses oscuros en que sus compañeros fueron asesinados frente a sus ojos.
Ese es el caso del “Wao”, un joven caleño que después de meses de marchas, bloqueos, represión y persecución, sintió que todo había valido la pena. Aquella noche del 19 de junio hizo a un lado la posibilidad de que la policía le detuviera por su activismo y no dudó un sólo instante en salir a celebrar el triunfo junto con cientos de jóvenes como él.
“Este triunfo de Gustavo Petro y Francia Márquez para nosotros es un triunfo, porque aquí en Puerto Resistencia le hemos apostado todo, todo es todo, con liderazgo, barrio adentro, construyendo con el pueblo (…) Estamos demostrando que sí se puede, que sí se puede un cambio, por un futuro para nuestros hijos. Esto me llena el corazón, lo tengo aquí en el pecho, te lo digo de verdad”.
A estos jóvenes fue a quienes Gustavo Petro agradeció esa misma noche a la par que pidió la excarcelación de quienes siguen detenidos, palabras que llegaron con profunda alegría a la resistencia caleña. “Te voy a hablar sincero. Eso fue un acto de corazón y de valentía, ellos saben y creen en nosotros, que nosotros somos un cambio”, dice Wao con un nudo en la garganta.
Y es que no debe omitirse que el estallido social que duró casi un año con distintas intensidades, no fue sino el antecedente inmediato del Pacto Histórico que asumirá el gobierno.
La represión de las fuerzas policiales potenció la indignación social a tal grado que por cerca de diez meses, la constante fueron las protestas por un lado, la represión por el otro, pero también, y lo más importante, la organización y concientización masiva del pueblo colombiano.
José Alberto Tejada, periodista que cubrió el estallido social en Cali y que actualmente es un congresista de la bancada del Pacto Histórico, señala que el rol que jugó Gustavo Petro en la consolidación de un frente amplio que aglutinara a todos los sectores e indignaciones posibles, fue fundamental.
Una invitación abierta a todos los sectores.
“Lo que [Petro] hace es decirle al Pacto Histórico: el gobierno no puede ser sólo del Pacto Histórico. Si queremos el gobierno y queremos ser exitosos hagamos un frente amplio donde vengan militantes y líderes, dirigentes de otras fuerzas políticas que no sean de izquierda, que son liberales, conservadores, derecha, centro, derecha más radical y que por algún motivo decidan cambiar su opción de voto, y hay que recibirlos. Yo estoy totalmente de acuerdo con la posición de Petro. Creo que es lo más sensato políticamente hablando”.
Y es que Gustavo Petro promovió en campaña ser un gobierno de unidad. No prometió un gobierno comunista ni socialista, no prometió acabar con la propiedad privada ni que sólo la izquierda tuviese cabida. Incluso, prometió desarrollar el capitalismo en Colombia, “no porque lo adoremos, sino porque primero hay que superar la premodernidad en Colombia, el feudalismo, la nueva esclavitud”. Un mensaje leído no necesariamente como interlocución con sus votantes, sino con sus opositores instalados en el poder económico y político nacional.
La propuesta, como equipo, como Pacto Histórico, fue la de la reconciliación nacional y la unidad.
Es por ello que para Tejada, el gobierno de Petro “no puede ser leído como un gobierno de revolución ni como un gobierno de ruptura. Es un gobierno de transición y un gobierno de concertación, y la palabra concertación significa negociación, y en la negociación hay que sentarse con todos los líderes de las diversas fuerzas políticas sociales y económicas para poder gobernar”.
Sentarse a dialogar con la derecha y la ultraderecha ha significado que Gustavo Petro dialogue no sólo con el presidente saliente, Iván Duque, y con el candidato derrotado, Rodolfo Hernández. Petro también lo ha hecho con el mismo ex presidente Álvaro Uribe, uno de los hombres con más investigaciones judiciales en Colombia. En la Corte Suprema, Uribe tiene al menos 29 procesos abiertos que van desde vinculación con asesinatos, fraude electoral y espionaje militar.
Al concluir su encuentro, Uribe declaró que Gustavo Petro “insistió que quiere la paz total. Al bien preciado de la paz nadie se le opone. Yo también le hablé de no solamente de la protección de las fuerzas armadas, de sus integrantes, de un sistema diferente. También le hablé de problemas públicos que necesitan la fuerza de la autoridad, no para reprimir la protesta, sino para evitar la violencia”.
El encuentro, el más controversial en el periodo de transición, arroja dudas del margen de maniobra que Gustavo Petro puede tener en un país donde las oligarquías, el narcotráfico y el uribismo, han echado raíces en lo más profundo.
Sin embargo, no todos coinciden en que las alianzas con sectores incluso de la ultraderecha, vayan a tener como resultado una gobernabilidad garantizada, aún cuando el Pacto Histórico haya logrado aglutinar a 63 de 108 senadores y 114 de 186 representantes en la Cámara.
Para Héctor Fernández, activista del Pacto Histórico y miembro del Colectivo por la Paz en Colombia desde México, “si bien está el número de votos suficientes para poder aprobar las reformas que Petro necesita para cumplir su programa de gobierno, obvio que este acuerdo nacional es un acuerdo frágil. Es un acuerdo que hay que cuidar para poder sostener esta unidad y que permita la gobernabilidad que Petro necesita hacia adelante durante estos cuatro años”.
Un escenario que no es sorpresa. Tal como en las últimas dos décadas en América Latina y el Caribe en el marco de los llamados gobiernos progresistas, Gustavo Petro también habrá de sobrellevar la relación y establecimiento, o no, de los límites necesarios para poder gobernar una vez que se evidencien las tensiones de clase generadas con las oligarquías y las derechas electorales más allá de un presunto pacto de gobernabilidad. La particularidad del caso colombiano es que el éxito de saber navegar el barco nacional no dependerá sólo de la astucia del gobernante en turno, sino de saber hacerlo en un país que posee a una de las derechas más conservadoras en todo el continente, una derecha con límites desdibujados entre éstas y el crimen organizado, el narcotráfico y el imperialismo estadounidense.
En esas peculiares coordenadas, el perfil, la historia y militancia de Gustavo Petro, es clave.
Gustavo Petro: las coordenadas de su andar
.“El Gobierno colombiano había logrado vender la tesis en el mundo de que Colombia era una democracia,
pero era una dictadura al igual que lo habían hecho Pinochet, en Chile, y Vídela, en Argentina. Nosotros [el M-19] luchábamos, precisamente, contra eso.”
Gustavo Petro, “Una vida, muchas vidas”.
Nacido en Ciénaga de Oro, Córdoba y con ciudadanía italiana por herencia de su bisabuelo, Gustavo Francisco Petro Urrengo tiene una amplia trayectoria como militante y funcionario público.
A pesar de ser usado en su contra, es verdad, Gustavo Petro ingresó a la guerrilla a los 18 años mientras estudiaba Economía. Lo hizo a través del “Movimiento 19 de abril”, también conocido como el M-19, en donde adoptó el pseudónimo “Aureliano”, inspirado en el personaje de Gabriel García Márquez. Los matices de su militancia él mismo se ha encargado de narrarlos.
Cuando decide ingresar al M-19, Colombia se encontraba bajo estado de sitio luego del fraude electoral que dio la victoria a Misael Pastrana. En su libro, “Una vida, muchas vidas”, Petro narra el momento en que toma la decisión que cambiaría su vida:
“En ese momento, tenía 18 años. Corría 1978. Yo llevaba dos años en la universidad. La idea de unirme al M-19 me daba susto. No era un asunto cualquiera. Era entrar a una cuestión armada: sabía que los mensajes de ese movimiento entraban como un cañón en las almas de los colombianos. La revista Cromos había hecho una encuesta y el 80 % de la población simpatizaba con el M-19. Los miembros del JG3 ya habíamos roto con la izquierda estudiantil de Bogotá. Éramos muy autónomos. Nuestra discusión central era si el camino para hacer una revolución en Colombia era el camino armado. Nos preguntábamos si debíamos ingresar a las organizaciones armadas (…) Todo ocurrió de forma muy rápida. Pasamos de los círculos de cafetería y de las discusiones abstractas a ser seducidos no solo por la idea de que tocaba organizarse a través de las armas, sino de que la organización a la que debíamos pertenecer era el M-19 (…) Desde un punto de vista racional, su tesis era muy lógica y popular: había que reivindicar la historia patria, el alma popular. Para nosotros fue fácil comprender la necesidad de esa reivindicación, pues vivíamos en medio de ese mundo popular. Lo difícil era tomar la decisión de armarse. No sabíamos todo [lo] que iba a venir después, solo teníamos 18 años, pero sí intuíamos que era una decisión de vida o muerte”.
El acercamiento con el M-19 implicó para Petro comprender y desglosar las líneas teóricas y prácticas del mismo. Sin embargo, no ha escatimado en revivir la sorpresa y el encanto ante la propuesta del movimiento guerrillero establecida en sus documentos de la Quinta Conferencia:
“El documento me encantó: el M-19 articulaba los planteamientos socialistas de la izquierda tradicional de la época, pero iba mucho más allá para proponer algo que sigue pareciendo obvio pero que no lo es tanto: una democracia real para Colombia. Esa discusión entre socialismo y democracia recorrió todo el siglo XX, pues con la aparición del mundo soviético se socavó la idea democrática, incluso desoyendo a quienes habían creado esas teorías. La eliminación de la libertad individual marcó el fin del concepto democrático, que era un bien muy querido por las luchas obreras del mundo. Y en esta discusión, un tanto alejada de los centros del mundo, en un país llamado Colombia, el M-19 apostaba por la democracia. Porque ese fue siempre el objetivo: era un proyecto democrático, y así comenzó a denominarse la búsqueda de una alternativa para Colombia” (p. 47)
Como miembro del M-19, Gustavo Petro fue detenido y torturado en 1985. Dos años más tarde, en 1987, fue puesto en libertad. Fue hasta enero de 1989 cuando el M-19 entró en un proceso de 14 meses de negociaciones de paz, logrando un acuerdo en marzo de 1990, convirtiéndose en el primer grupo guerrillero en entregar las armas en Colombia y obtener la participación política por la vía electoral. Gustavo Petro participó en dicho proceso.
Al dejar la guerrilla, Petro cofundó el partido político Alianza Democrática M-19 que jugó un rol clave en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, el proceso que dotó de una nueva Carta Magna al país sudamericano.
Con el tiempo, su activa participación política le llevó primero a la Cámara de representantes en 1991 y más tarde, amenazado de muerte, abandonó el país y fue nombrado en Bruselas, Bélgica, agregado diplomático por el Gobierno de Ernesto Samper, cargo al que renunció en 1996.
Al regresar a Colombia en 1997 intentó sin éxito ser alcalde de Bogotá y un año más tarde volvió a la Cámara de Representantes en la cual se reeligió en 2002. Sin embargo, ante la posibilidad de un atentado en su contra, se exilió en la capital estadounidense por tres meses, consiguiendo que la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictara medidas cautelares a su favor, obligando al Estado colombiano que le otorgara protección.
Petro fue catapultado políticamente a nivel nacional cuando fungió como alcalde de Bogotá, pero ese puesto no fue suficiente para sus ideas de transformación nacional. Dos veces contendiente a la Presidencia de la República de Colombia, Petro encontró una tercera oportunidad de representar al pueblo colombiano el 13 de marzo del 2022 cuando fue electo con el 80,50% de los votos para ser el candidato del Pacto Histórico. Francia Márquez, con 14,05%, quedaría en segundo lugar.
El triunfo de Petro sobre Francia no evitó que diez días después, naciera la fórmula presidencial.
Gustavo Petro es un viejo lobo de mar. El intento de detener su andar político a través de una maniobra en su contra que buscó destituirlo como alcalde de Bogotá, fracasó. Las amenazas de muerte, la persecución que le ha puesto en el exilio y la clandestinidad hacen de su perfil uno muy particular en el continente. Se trata de un funcionario militante y un militante funcionario, que a sus 62 años se encuentra navegando en una de las naciones claves para el paramilitarismo, el narcotráfico y el imperialismo estadounidense en el continente.
No es secreto. Por las calles de Bogotá, Cali, Medellín, la gente reconoce tanto a un hombre inteligente con amplia trayectoria política como también a un hombre con un ego que es difícil de saciar. Pero es claro que sus defectos no han impedido detener su camino. Avanza con paso firme y la Casa de Nariño le espera para representar no sólo a sus votantes, sino a sus detractores.
La noche de la victoria, Gustavo Petro abraza a Francia Márquez con un saco azul con parches cafés en los codos. Un abrazo que anuncia que en el camino por venir, le acompañará más que una colega de fórmula. Se trata de una Francia Márquez que se ha convertido en una compañera de lucha imprescindible no sólo para Petro, sino para las y los nadies en Colombia.
Francia Márquez, la lucha de las y los nadies
“¿Qué representa para ti Francia Márquez?”, pregunto.
“Para mí Francia Márquez significa mi color, mi piel, significa trabajar, luchar por los derechos, humildad, trabajo, salir adelante, mejores oportunidades laborales, mejor calidad de vida. Para mí significa el cambio, que ya salgamos de 20 años en donde un gobierno nos ha estado manipulando y ha estado explotando al pueblo”, responde Mabel Dayana, una joven universitaria caleña cuya sonrisa da cuenta de su esperanza puesta en las urnas.
Como Dayana, muchos y muchas se reconocen en Francia Márquez, una mujer negra, nacida en el Cauca, activa militante feminista y defensora del territorio. Aun cuando Francia no se imaginaba como la candidata, su apuesta por un proyecto colectivo y no por un cargo, la catapultó a serlo.
Francia Elena Márquez Mina, hija de mineros y agricultores, no apareció por primera vez en el debate público con la candidatura vicepresidencial. Su trayectoria militante, organizada, es amplia.
Como adolescente, Francia Elena sacó adelante a sus dos hijos dedicándose de forma artesanal a la minería del oro y al trabajo del hogar en la ciudad de Cali. Su lucha en defensa del territorio se remonta a su natal Suárez, de donde fue representante del Consejo Comunitario en el corregimiento de La Toma. Ahí, fue firme opositora de la minería ilegal y destructiva que se traducía en el desplazamiento forzado de su comunidad y a su vez, en amenazas de muerte en su contra que no la hicieron desistir.
Muchas y muchos en Colombia la recuerdan por ser parte de la “Marcha de los Turbantes”, una larga y combativa movilización en el año 2014, en la que 70 mujeres mujeres afrocolombianas marcharon desde el municipio de Suárez hasta Bogotá para exigir la titulación colectiva de sus tierras, el amparo de sus territorios ancestrales, su derecho a la vida digna.
Su insistencia en defender al territorio como esa “casa grande”, como ese “útero mayor”, no sólo la llevó a recibir el Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos en Colombia en 2015. También la puso en la mira del activismo internacional, recibiendo en 2018 el Premio Goldman, equivalente al Nobel del Medio Ambiente, y en 2019, el premio Joan Alsina, en España.
A pesar del reconocimiento nacional, internacional y una vicepresidencia en puertas, Francia Márquez no deja de ser atenta con quienes entabla comunicación. Sonríe, saluda, abraza.
En los 24 minutos que nos regala a un grupo de comunicadores que visitamos Colombia como parte de una misión periodística de Global Exchange, Francia habla desde el ser del pueblo colombiano que ha enfrentado y sufrido el racismo, la exclusión, la imposición de un modelo económico vendido como “el desarrollo”, un desarrollo que (precisa Márquez) les ha llevado a un camino casi inviable como sociedad, pues derivó en el asesinato entre colombianos y con una guerra sostenida hasta la actualidad.
“Representamos las voces de las abuelas que quisieron un cambio para este país; muchas se murieron esperando el cambio. Otras ahora dicen: pensé que me iba a morir y no iba a llegar a ver el cambio, así que estamos aquí en una lucha por la dignidad y la justicia de nuestro pueblo, de hombres y mujeres que han luchado históricamente por igualdad, por la paz, por la justicia social, por la dignidad humana, por la lucha por cuidar el territorio como un espacio de vida, la casa grande, el útero mayor”.
Francia genera muchas reacciones, y dependiendo de las latitudes, las emociones.
En Medellín, tierra de Álvaro Uribe y Pablo Escobar, pocas muestras de apoyo hay hacia Petro y Francia. Encontrar algo sobre la candidatura es casi imposible. Es por ello que llama aún más la atención la gran casa amarilla situada en el barrio del Prado que con enormes letras coloridas dice en lo alto “PETRO”. Así, en mayúsculas.
Se trata de la sede de los Comunes, partido creado por excombatientes de las FARC y sede de nuestro encuentro con el periodista y miembro de este partido, Carlos Orlas.
Carlos puede describir lo que atraviesa Colombia con puntos y comas, con los acentos correspondientes y con la agilidad de un periodista disciplinado que además, milita por la paz. Las muertes, desapariciones, los falsos positivos y persecución de las y los ex combatientes ameritan seriedad. Pero es la pregunta sobre lo que significa para él Francia Márquez la que rompe esa solemnidad y su rostro no oculta la esperanza que la futura vicepresidenta le provoca.
“Francia es la tierra, es la tierra que tanto ha sufrido pero que tanto ha florecido, la tierra que resiste, que no se está hablando de un proyecto de vida alrededor de la defensa de la vida, de los ríos, de las montañas y lo encarna con sus actos. No es simplemente una política formada para decir eso sino que lo ha hecho, y eso jala mucho. Francia es el pueblo, es una mayora y hay que valorarlo porque eso sí es nuevo aquí. Siempre nos han gobernado las élites bogotanas con unas pausas entre las élites antioqueñas, pero una mujer que venga de ese arraigo tan fuerte que es el Cauca, que es donde nacen los ríos más importantes de Colombia, el macizo colombiano, es clave. Esa mujer es puro amor”.
Y Francia no sólo es sinónimo de amor entre sus seguidores. También lo es, del “vivir sabroso”, un lema con el que por su sencillez alborotó a las élites colombianas a la par que generó empatía, acercamiento y aglutinamiento de las y los históricamente excluidos.
“Vivir Sabroso ha sido para nuestro pueblo vivir en comunidad, vivir en una construcción colectiva de vernos como familia extensa, vivir con la naturaleza reconociendo que somos parte de ella y en armonía. Si nosotros como pueblo establecimos reglas de relacionamiento con la naturaleza, vivir sabroso es parar la guerra en este país, es vivir sin miedo, es que las mujeres no tengamos miedo de ir la esquina porque sentimos que nos van a violar o que nos van a matar. Que [a] los jóvenes no le saquen los ojos por reclamar educación en este país. Vivir sin miedo es vivir con derechos, es vivir en paz, es vivir con alegría, es poder expresar el arte, la cultura, el deporte, es poder disfrutar de toda la riqueza de la biodiversidad que tenemos en este país, eso significa vivir sabroso y bueno, nosotros lo hemos disfrutado en el Pacífico colombiano cuando tocamos una marimba, cuando vamos y nos tomamos “el viche” y empezamos hablar de nosotros”.
Francia lo ha dejado claro. Su lucha busca ser colectiva y lo resume en su frase “soy porque somos”, pero también en el constante reclamo de ser una mujer negra luchando con otras mujeres por un mundo entre iguales.
En los próximos años es claro que no bastará con querer vivir sabroso, ni insistir en el “soy porque somos”: la disputa es clara. Márquez pasará de ser oposición a ser gobierno, con el reto por delante que eso significa. El reto de hacer de la lucha que ha venido dando por al menos dos décadas, una lucha colectiva, una lucha más allá de las urnas, más allá de las narrativas.
“Colombia va a ser como Venezuela”: la batalla por las narrativas
“Nosotros tomamos la bandera de defender la paz, pero el uribismo volvió al poder. ¿Cómo? Con miedo, con la retórica de Venezuela. La única manera de lograr esa mayoría popular fue sobre la base de una mentira y no de una propuesta. En el primer y segundo mandato de Uribe, la consigna había sido la destrucción de las FARC, que de alguna manera sintonizaba con una sociedad que se sentía agredida, pero en 2018 no propusieron nada. Simplemente se encargaron de hacer que la gente pensara que, sí yo ganaba, Colombia se volvería Venezuela. Eso fue todo.”
Gustavo Petro, Una vida muchas vidas.
El fantasma de “volverse Venezuela”, presente en los debates políticos durante las últimas dos décadas en América Latina y el Caribe, no podía faltar en Colombia y específicamente, en torno al candidato Gustavo Petro.
Los medios vociferando que Petro era, es, sinónimo de Venezuela, no comenzaron en 2022. La batalla mediática de la venezolanización, a decir del mismo Petro en su libro Una vida muchas vidas, viene de años atrás. Él específicamente la sitúa en la campaña presidencial de 2018 luego de que los medios habrían desgastado, más no desistido, en otras narrativas como el de su presunta relación con las FARC.
Uno de los principales encargados de atacar al hoy entrante inquilino de Nariño, fue el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, uno de los más recalcitrantes opositores a Gustavo Petro.
Meses antes de la elección, ante varios medios presentes, Uribe afirmó que con Gustavo Petro “Colombia podría tener el peor neocomunismo de la región porque el doctor Petro es mucho más inteligente que [Hugo] Chávez, el doctor Petro es mucho más inteligente que [Pedro] Castillo, que el presidente [Alberto] Fernández de Argentina, el doctor Petro es mucho más inteligente que Daniel Ortega de Nicaragua. Por eso yo he dicho muy reflexivamente que el maestro no fue Chávez, fue Petro el que le enseñó a Chávez. Colombia puede tener el más peligroso comunismo de la región porque tiene el líder más inteligente del neocomunismo que es el doctor Petro”.
Sin embargo, a pesar de una campaña constante en medios corporativos asegurando que el ex presidente de Venezuela Hugo Chávez y Gustavo Petro tenían un estrecho vínculo, el único acercamiento del que se tiene registro entre ambos se dio en 1994.
Luego de su encarcelamiento tras un fallido intento de golpe de Estado en 1992, Hugo Chávez fue puesto en libertad en 1994 y acudió a un evento sobre el pensamiento bolivariano en la Fundación Cultural Simón Rodríguez en Bogotá.
Pero estas pruebas no han sido contundentes para invalidar la campaña de la venezolanización que presuntamente traerá consigo Gustavo Petro.
Días antes de la segunda vuelta electoral, la portada de la revista Semana, una de las más importantes a nivel nacional, puso cara a cara al ahora candidato derrotado, Rodolfo Hernández y a Gustavo Petro con la pregunta que ocupa una tercera parte de la imagen: “¿Exguerrillero o ingeniero?”.
No sólo eso. Días antes de que se realizara la primera vuelta electoral, las columnas de opinión en la misma revista, versan sobre lo mismo. “¡Colombia no es Venezuela!”, se titula una de ellas firmada por la presentadora del mismo medio, María Andrea Nieto, en la cual se dedica a convencer al lector de que Colombia, a pesar de la violencia sistemática que sólo en 2022, hasta el 29 de mayo, ha registrado el asesinato de 108 defensores de derechos humanos, 53 masacres y 28 asesinatos de firmantes del fallido acuerdo de paz, es más democrática que Venezuela, sí o sí.
No obstante, Venezuela es una de las tantas cartas de esos “argumentos”.
Sin que todavía se hubieran realizado los comicios, Salud Hernández Mora cuestiona en otra página de la misma publicación titulada “¿Aceptará Petro una derrota?”, a decir de la autora, el Pacto Histórico es el único que “sabe incendiar la calle y patear la democracia”.
A pesar de la mayoría de los titulares de medios corporativos en su contra, el Pacto Histórico demostró que las rupturas son posibles. En un país de poco más de 39 millones de electores y electoras, 11 millones 291 mil 986 sufragaron por el Pacto Histórico.
Ni la venezolanización del debate ni las portadas y titulares escandalosos, detuvieron el cauce de la indignación popular.
Colombia es, y volverá a ser América Latina y el Caribe.
“Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia
a plagar la América de miserias, en nombre de la libertad”.
Simón Bolívar
No es sorpresa, e incluso, resulta comprensible que Gustavo Petro y Francia Márquez se mantuvieran al margen de mostrar simpatías con los denominados gobiernos progresistas latinoamericanos y caribeños dada la amplia y desmesurada campaña mediática en su contra, articulada por la derecha y ultraderecha no solo colombiana sino internacional. Sin embargo, contrario incluso a las expectativas de la misma izquierda en la región, pocas semanas han bastado para saber hacia dónde buscarán dirigirse las veletas de la política exterior colombiana.
Si partimos de la premisa de que la relación de dependencia económica, política y militar generada entre Estados Unidos y Colombia estará lejos de tener fin durante el mandato del Pacto Histórico, entenderemos que una de las primeras comitivas extranjeras en establecer diálogo con el gobierno entrante, sería la enviada por la administración estadounidense de Joe Biden.
Colombia, principal aliada militar de Estados Unidos en la región, posee siete bases militares del vecino del norte en su territorio, mientras que en lo económico, es innegable que el primer socio comercial de Colombia es Estados Unidos.
Jonathan Finer, asesor adjunto de Seguridad Nacional de Estados Unidos, encabezó la comitiva que dialogó con el gobierno electo, asegurando que en ese primer acercamiento se cubrieron “la gama completa de temas en la relación bilateral, desde temas como el cambio climático y el desarrollo económico, la migración, la seguridad y la lucha contra las drogas y muchos, muchos otros. Creemos que es una conversación muy prometedora y mucho más. Esperamos trabajar de cerca con el presidente electo y su equipo, incluida la vicepresidenta electa”.
Petro describió la reunión un encuentro positivo, “un interés que se construye alrededor del trabajo común, entre iguales, tratando de construir las razones que nos permiten resolver más eficazmente las problemáticas, las circunstancias, las situaciones que gravitan sobre el continente americano”.
Relación del nuevo gobierno con Venezuela
Mientras las declaraciones con el gobierno estadounidense no representan por el momento un giro de 180 grados, hay acciones que en lo concreto, ya han dado un giro a la política exterior del gobierno electo: su relación con Venezuela.
Tras dos décadas de políticas de hostilidad hacia el país vecino, parece abrirse una nueva etapa en las relaciones bilaterales. El gobierno entrante anunció la disposición de reestablecer las relaciones entre ambas naciones, nombrar nuevamente embajadores y con ello, la reapertura de sus fronteras, las cuales fueron cerradas como parte del asedio regional en contra de la administración de Nicolás Maduro.
El canciller venezolano Carlos Faria se reunió el pasado 28 de julio con el canciller designado por el gobierno colombiano electo, Álvaro Leyva, expresando “la voluntad de avanzar gradualmente en la normalización de las relaciones entre ambos países, retomando nuestros lazos históricos de amistad, cooperación y complementariedad”.
Venezuela puede ser el caso más significativo de la nueva política exterior colombiana pero no el único.
En una suerte de canciller de la izquierda colombiana, Francia Márquez buscó estrechar lazos tanto con gobiernos, dirigentes y dirigentas de la izquierda latinoamericana como con movimientos y organizaciones sociales de la región.
En una breve gira por sudamérica, Márquez fue definiendo las simpatías ideológicas del gobierno entrante.
Su primera parada fue Brasil. Con una inmensa alegría en ambos, la lideresa no escatimó en gritar “¡Viva Lula!” en un momento donde difícilmente el aliento no podría sino interpretarse como un apoyo a la candidatura presidencial del ex mandatario brasileño, rumbo a los comicios del próximo 2de octubre donde todo indica que Lula volverá al gobierno.
Francia aprovechó su paso por Río de Janeiro para estrechar lazos también con el Movimiento de los Trabajadores sin Tierra, con activistas y con la comunidad afrobrasileña, específicamente, mujeres negras pre candidatas al parlamento del país sudamericano.
Más al sur, fue recibida por la ex presidenta y hoy vicepresidenta argentina, Cristina Fernández de Kirschner, así como con el actual mandatario argentino, Alberto Fernández. Francia Márquez no dudó en tener un acercamiento con los movimientos sociales locales, encuentro en el que dejó ver algunas de las prioridades de su agenda, como lo es la legalización de las drogas.
Frente a un auditorio repleto en el cual también se encontraba el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel y Nora Cortiñas, madre de la plaza de mayo, Márquez declaró:
“Que Colombia lidere un debate en la región, el camino de la legalización de las drogas, entiendo que el toque de criminalidad que se le ha dado a esta política, ha sido un enfoque que ha impactado de forma negativa y sobre todos los derechos de las poblaciones empobrecidas, racializadas, las mujeres, jóvenes, los pueblos étnicos son los que han vivido un impacto desproporcionado de estas políticas.”
De Argentina, Márquez se dirigió a Chile, donde fue recibida por el presidente Gabriel Boric. Del encuentro destacaron los ofrecimientos del presidente chileno. La vicepresidenta electa saludó que Boric “haya manifestado no sólo su disposición de acompañarnos en esa tarea del logro de la paz, sino que ofrece su casa, Chile, como sede para los diálogos de paz entre el Estado colombiano y el ELN”.
Y si la gira de Márquez por Sudamérica buscaba afianzar lazos con movimientos, gobiernos y referentes progresistas, Bolivia no podía estar ausente.
Al reunirse con Francia, el mandatario Luis Arce Catacora dijo que “los vientos del sur soplan con más fuerza y fortalecen la Patria Grande”, mientras el ex presidente Evo Morales, dijo haber compartido “experiencias de la larga lucha por los derechos de los más pobres y excluidos de las políticas neoliberales”.
Pero su acercamiento con los movimientos sociales no fue excepción en Bolivia, rodeada de mujeres, obreras, campesinas, indígenas, militantes del feminismo comunitario, Márquez fue recibida llena flores.
Y aunque México no estuvo entre los lugares a visitar por Francia Márquez, el respaldo del presidente Andrés Manuel López Obrador es innegable. Bastaron unas horas de la victoria para que felicitara al gobierno electo, además de dedicarle un gran espacio en su conferencia matutina del día 20 de junio, asegurando que ya había hablado por teléfono con Gustavo Petro, cuyo triunfo calificó de histórico.
Menos visible, pero existente, fue el encuentro vía zoom que la vicepresidenta electa sostuvo el siete de julio con la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, quien describió a Márquez como un “símbolo de lucha, inclusión, de amor y esperanza para toda América Latina, y en particular para las mujeres”.
En tan solo unas semanas que duró la transición, el empalme presidencial, las prioridades de la política exterior del nuevo gobierno colombiano fueron quedando más claras. Petro y Márquez buscarán ser de esa Latinoamérica a la que en muchas ocasiones se les había negado pertenecer por designios del norte.
El Pacto Histórico también será entre los pueblos de la región.
La moneda en el aire
El gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez tienen todo sobre la mesa de cara al reto que se avecina en un país marcado profundamente por la descomposición del tejido social y marcado por una derecha política, ideológica y electoral que difícilmente puede separarse del paramilitarismo, del narcotráfico y de los intereses del imperialismo estadounidense.
La administración del Pacto Histórico tendrá el deber histórico de tratar de abrir camino en una Colombia que aún intentando buscar la paz, no la ha encontrado.
Desde la fecha de la firma oficial de los acuerdos en Cartagena de Indias el 26 de septiembre de 2016 al 29 de julio de 2022, 1.335 líderes, lideresas y defensores de derechos humanos han sido asesinados. Se han cometido 319 masacres y al menos se han asesinado a 334 firmantes del acuerdo de paz, mientras cifras no oficiales hablan de más de 600.
Es ahí dónde el Pacto Histórico, donde las nadies y los nadies asoman su luz.
De su lado tienen las alianzas, la conciencia y la valentía. Tienen gobiernos aliados que no han escatimado en tejer redes que saquen a Colombia y a la Patria Grande de la larga y oscura noche neoliberal.
Las y los nadie quieren y van a ser gobierno, pero pueden y quieren ser más que eso.
Alina Duarte es periodista, e investigadora senior del Council on Hemispheric Affairs, COHA.
Este análisis fue editado por el Director de COHA, Patricio Zamorano,
[Crédito foto principal: Facebook de Gustavo Petro]