Andrés Arauz, camino a la presidencia del Ecuador: el desafío de la renovación política del correísmo
Por Rogelio P. Sánchez Levis
Desde La Habana, Cuba
La victoria del candidato Andrés Arauz en la primera vuelta de las elecciones ecuatorianas fue clara, aunque no suficiente para llegar a la presidencia de ese país. Para ello hubiera hecho falta más del 40% de los escrutinios y una ventaja de al menos 10% con respecto al segundo lugar. El desenlace se conocerá el próximo 11 de abril, fecha prevista para el balotaje.
Un joven tecnócrata y desconocido hasta hace poco, es la apuesta del correísmo[1] para recuperar la jefatura del Estado, tras la ruptura con Lenín Moreno, y su paso a la oposición. El triunfo de Arauz en segunda vuelta pudiera significar el regreso del ex presidente Rafael Correa con una amplia diversidad de consecuencias, entre ellas, el replanteamiento de las alianzas de su partido, y la agudización de la pugna entre visiones y modelos distintos acerca del Estado. Sin los recursos económicos ni el liderazgo carismático ni la hegemonía política de su primera década de gobierno, el correísmo (de resultar electo) deberá negociar con otras fuerzas políticas sus estrategias de salida de la crisis (sanitaria, económica, financiera, política, etc.) y la financiación de las políticas públicas resultantes de los compromisos con las bases electorales que posiblemente le confíen de nuevo la gestión del gobierno.
El periodo de expansión económica sostenida, iniciado en la década de los años setenta, constituyó el marco de procesos de reformas y modernización del Estado ecuatoriano y su aparato productivo, de transnacionalización profundizada de la economía nacional y de creciente urbanización.
Sin embargo, desde mediados de los años ochenta, la nación sudamericana enfrenta la reducción drástica de los ingresos externos, el agotamiento del modelo estatista, la gestión de dicho escenario adverso con preceptos del neoliberalismo económico, y la emergencia de movimientos de reivindicación social, con el papel destacado de las organizaciones indígenas y sindicales.
Con su triunfo en las elecciones de 2006, la Alianza País[2] (AP) accedió al gobierno, en medio de una crisis del sistema de acumulación ecuatoriano y sus estructuras de intermediación política. Un cambio articulado con fuerzas y procesos sistémicos estabilizadores y modernizadores, enfocados en el logro de “consensos sociales en torno a la reestructuración capitalista”[3]. Una vez tomado el poder político, el movimiento liderado por Rafael Correa, se fue relegitimando a través de las sucesivas victorias electorales. También a través de la adopción de la Constitución de 2008, que incorporó las aspiraciones de intelectuales, ecuatorianos residentes en el extranjero, servidores públicos, élites políticas recicladas, grupos empresariales, así como de organizaciones sindicales, estudiantiles, femeninas, ambientalistas, indígenas y campesinas. La nueva carta magna devino como telón de fondo para grandes acuerdos nacionales alrededor de una agenda de refundación republicana de orientación posneoliberal[4] (transformación estructural del Estado, cambio en el paradigma de desarrollo nacional, recuperación de los sectores estratégicos de la economía, reconocimiento de los derechos de la naturaleza, política exterior de orientación soberanista, etc.).
Alianza País: de fuerza “antisistema” a partido hegemónico en el gobierno
Con el progresismo en auge a nivel regional, la oposición interna debilitada y los altos precios sostenidos en el mercado internacional del petróleo[5] (especialmente elevados entre 2011 y 2014), el joven gobierno de Rafael Correa contó con márgenes internos y externos suficientes, para mostrar en un plazo de tiempo relativamente corto, cifras alentadoras en su gestión del Estado. Estas se basaron en una masiva inversión de recursos públicos, además de la retoma de la senda del crecimiento económico[6], la reducción de la deuda con acreedores externos[7] y el incremento del coeficiente Gini[8]. Este último indicador sobre mejoras en políticas de igualdad resultó del agrandamiento de la clase media mediante políticas de apoyo al emprendimiento y el acceso universal a los servicios de salud, educación y seguridad social. Esto le permitió al correísmo construir una red clientelar amplia, que se tradujo en la formación de bastiones electorales, con fuerte presencia en las periferias urbanas, el sector rural y las comunidades indígenas y de afrodescendientes.
En materia de política internacional, el gobierno de Rafael Correa, comprometido con los movimientos sociales y fuerzas de izquierda que respaldaron su proyecto político-electoral, se planteó la defensa de la soberanía sobre los recursos y el territorio del país como paradigma orientador de su discurso y acción externa. A la agenda exterior, hasta entonces dominada por las relaciones bilaterales con Estados Unidos, Colombia y Perú, la “Revolución Ciudadana” opuso una alternativa articulada en siete ejes: 1) la defensa de la soberanía; 2) el multilateralismo activo; 3) la integración latinoamericana; 4) la diversificación de mercados internacionales y la cooperación Sur-Sur; 5) la protección del medio ambiente; 6) la protección de los derechos de los migrantes ecuatorianos en el exterior, y 7) la libre movilidad de las personas y la ciudadanía universal.[9]
Tensiones, crisis y cisma en la Alianza País: el correísmo frente a la traición morenista
Identificado más con una fuerza electoral que con un partido político, el movimiento Alianza País, a lo largo de su existencia, se enfrenta a tensiones, crisis y complejos desafíos. A lo largo del mandato gubernamental de Rafael Correa, se sucedieron notorias rupturas de AP con pilares del movimiento de transformaciones que esta fuerza política lideraba. El desacuerdo por la exigencia del poder de veto ante las decisiones sobre concesiones mineras y del reconocimiento constitucional de las nacionalidades indígenas fue motivo de ruptura entre la Alianza País y la Confederación de Naciones Indígenas (CONAIE). Se demostraba así que “el programa político de acciones gubernamentales que ambos imaginaron y construyeron para la superación del neoliberalismo era en realidad distinto”.[10] Similares distanciamientos se dieron con las organizaciones de ecologistas por la persistencia gubernamental en el modelo extractivista, y los sindicatos que se quejaban porque la nueva reconfiguración económica de la estructura productiva carecía de “procesos de democratización en los medios de producción”.[11]
Las tensiones originadas alrededor de la designación de Jorge Glas como candidato a la vicepresidencia generaron fracturas internas y reconfiguraciones expresadas en la formación de un núcleo de aliados y seguidores del entonces Jefe de Estado, que varios comentaristas y publicistas suelen denominar “correísmo”. Esto, a raíz de la declinación de Lenín Moreno de la invitación a integrar el binomio electoral en los comicios de 2013. Glas era amigo personal de Correa y una figura con mayor peso gubernamental que político dentro del movimiento de la Revolución Ciudadana, en su condición de ministro coordinador de los sectores estratégicos.
Obviamente, una sensibilidad dentro de AP, que a pesar de su peso e influencia, debió aceptar a Lenín Moreno como candidato presidencial para las elecciones de 2017, en lugar del vicepresidente Glas, que era la apuesta del partido.
La salida del país de su líder fundador, inspirador y carismático Rafael Correa en 2017 significó un duro golpe para su movimiento político. Una vez tomada la decisión personal de irse a Bélgica (país de origen de su esposa), el ex presidente se ausenta físicamente de la vida política nacional, aunque se mantuvo presente a través de los medios de prensa que le abrieron espacios, además de las redes sociales. Su influencia sobre el partido y la sociedad en general, se vio disminuida sensiblemente.
El cisma irreversible que sufrió AP tras la adopción por Lenín Moreno de una línea de gobierno desmarcada de la contenida en el programa político que le concedió el triunfo electoral, abrió una brecha profunda al interior de dicha fuerza política. La referida plataforma contaba con cuatro ejes principales (sociedad, educación, producción y trabajo digno), y un grupo de objetivos específicos enfocados “en función de la gente, de la justicia y de la equidad, en contra de la acumulación, la exclusión y la explotación”. Incluía programas o “revoluciones” en ámbitos como la política, la ética, la economía, producción y trabajo, el campo, la igualdad social, la ecología, el conocimiento y capacidades, la justicia, los territorios, y la juventud.[12]
Con el giro de timón morenista, se minaron las bases ideológicas progresistas de su gobierno, dando paso al distanciamiento de sectores y figuras más inclinadas a la izquierda, y al acercamiento y compromisos con sectores de la oposición conservadora. También se procedió a la adopción de políticas como la reducción del gasto público, la negociación con organismos financieros multilaterales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), y el cese del respaldo a procesos integradores regionales como lo fue el caso emblemático de UNASUR, cuya sede Ecuador acogió desde su fundación.
Las campañas mediáticas y los procesos judiciales en contra de varias de sus principales figuras, la salida al extranjero de otras (incluyendo la de su líder principal) y la confusión y el desconcierto en sus bases, sumergieron al correísmo en una dinámica de repliegue e incertidumbre. Sin embargo, los resultados de los comicios seccionales del año 2019, demostraron que se trataba de una fuerza política viva, con un núcleo de simpatizantes no despreciable (9.46%), aunque sin la presencia y relevancia de otros tiempos, especialmente en la región de la Costa.[13] Lo anterior pudo haber tenido entre sus causas la conservación de parte de la base clientelar creada mediante políticas públicas (salud, educación, seguridad social, empleo, viviendas, etc.) en favor de sectores de bajos ingresos[14]; el vacío provocado por el giro conservador del gobierno de Moreno y la ausencia en el espectro político de una fuerza de proyección nacional más identificada con las necesidades y expectativas de estos electores.
Victoria y paso al balotaje del binomio Arauz-Rabascall
La alianza Unión por la Esperanza (UNES) toma la decisión de nominar como candidato presidencial al joven tecnócrata y hasta ese momento poco conocido, Andrés Arauz Galarza. Tras el rechazo del Consejo Nacional Electoral (CNE) a la candidatura a la vicepresidencia de Rafael Correa, se opta por la inclusión del periodista guayaquileño Carlos Rabascall. El endoso notorio del ex mandatario a Andrés Arauz y su activo respaldo público sirvieron para reconectar y removilizar a las bases y los bastiones electorales del correísmo. Esos grupos estaban ávidos de liderazgos y respuestas claras a su acuciante situación en medio de una crisis sanitaria (producto de la COVID-19) de proporciones hercúleas[15], así como el deterioro de las condiciones de vida, con menos empleos y servicios sociales. Además, con los niveles de pobreza incrementados en cuatro puntos porcentuales[16]. Su juventud, preparación profesional, experiencia gubernamental, estilo moderado, y distancia aparente de los círculos decisores del correísmo puro y duro, permitían augurar resultados favorables a su proyecto político.
El endoso notorio del ex mandatario Rafael Correa a Andrés Arauz y su activo respaldo público sirvieron para reconectar y removilizar a las bases y los bastiones electorales del correísmo.
En medio de un ambiente doméstico y externo marcadamente recesivo, una crisis sanitaria y económica de gran envergadura, y de opacos resultados en su gestión por parte del gobierno de Lenín Moreno (que enfrenta más de 280 mil contagios y más de de 15 mil fallecidos hasta la primera semana de marzo[17]) la propuesta electoral de la UNES pareció reconectar con el grueso de las bases de apoyo al correísmo. Conquistó nuevos apoyos, demandantes de más inversión social y de políticas públicas de inclusión relegadas bajo el mandato morenista, ante la presión del empresariado, las cámaras de comercio y los organismos financieros multilaterales.
Aunque sin los votos suficientes para declararse vencedor en la primera vuelta, el candidato Arauz pasó al balotaje, en primer lugar, con 32,72% de los sufragios emitidos[18], casi 13 puntos porcentuales por encima del contendiente más cercano, el derechista Guillermo Lasso (19,74%), declarado en segundo lugar después de un nuevo recuento, pocos votos por encima de Yaku Pérez (19,39%).
Un resultado remarcable considerando: 1) que la “transferencia de capital político” resulta relativa y cuestionable en términos electorales; 2) que no se trata del “líder carismático y mesiánico” de otrora; 3) que es una figura joven de reciente irrupción en el panorama político del país; y 4) la ausencia, los procesos penales y el descrédito mediático permanente en contra de su mentor, Rafael Correa.
De hecho sus resultados superan en 20 puntos porcentuales a lo obtenido por el correísta “Compromiso Ciudadano” en las elecciones seccionales de 2019[19]. Resulta obvio que su mensaje de protección, inclusión y asistencialismo, está convenciendo en medio de las crisis (económica, política, sanitaria) que golpean al país. Esto, sumado a un Estado debilitado, un gobierno en franco descrédito, de la recurrencia al “voto útil” frente a una cantidad exagerada de candidaturas en primera vuelta. También de la persistencia del mito correísta en los imaginarios de clases y grupos sociales, que pudiera estar en línea con las tesis de Max Weber acerca del liderazgo carismático, enriquecidas más tarde por Le Bon, Freud y Shils.
Crisis multidimensional, mutaciones e incertidumbre: un nuevo escenario para el correísmo
El contexto en el que se están desarrollando las elecciones presidenciales y legislativas ecuatorianas de 2021, se caracteriza por una crisis sanitaria de proporciones colosales que rebasa las capacidades gubernamentales y estatales de enfrentamiento. Asimismo, se acentúan la percepción negativa del fenómeno político, la pérdida indetenible de la confianza ciudadana en las instituciones y funciones del Estado[20], y los esfuerzos concertados entre élites y medios de comunicación por disipar en los imaginarios colectivos los clivajes tradicionales con influencia en las configuraciones y reconfiguraciones políticas y electorales.
Dichas líneas divisorias son de naturaleza territorial (Costa, Sierra y Oriente), social (pobres y ricos), ideológica (izquierda, centro y derecha), étnico-cultural (mestizos, afroecuatorianos, indígenas, montubios), y aquellas que expresan las visiones sobre la organización del Estado (centralización y autonomía). En lugar de estas, se intenta instalar la pugna entre el correísmo y el anti-correísmo, que es aparentemente rentable en términos matemáticos, y atractiva desde el punto de vista del marketing político, pero que obvia una realidad mucho más compleja, diversa y rica en matices.
En lo económico, el país se enfrenta al ambiente recesivo global impuesto por la pandemia, los efectos de la contracción del gasto público sobre la demanda agregada, los bajos precios de su principal rubro exportable (el petróleo), el incremento de las exportaciones de productos (materias primas) de menos valor agregado, el notable decrecimiento de los flujos externos de inversión directa, y el incremento del desempleo[21]. El PIB real per cápita se contrajo por encima del 2% desde 2017, mientras que la formación bruta de capital fijo registró un decrecimiento de 6%[22].
Al mismo tiempo, en el ámbito social, se identifican los efectos de la drástica reducción de recursos para los programas de inclusión y protección ciudadana, la concentración de estos en el combate a la COVID-19, y la insuficiente recaudación fiscal. El paso a la pobreza de más de 700 mil ciudadanos, pudiera estar reflejando la reducción del ingreso laboral, los incrementos de la desigualdad y el limitado acceso a los servicios básicos. Alrededor de 4,8 millones de personas poseían un empleo precario en septiembre de 2020, mientras el pleno empleo se redujo de 3,2 millones (2019) a 2,5 millones (2020)[23].
El panorama internacional se distingue por su complejidad e incertidumbre. Una arquitectura institucional pendiente de adaptarse a la nueva realidad mundial; las persistentes disputas hegemónicas por el acceso y control de mercados, recursos, espacios estratégicos y cadenas de agregación de valor; la proliferación de peligros y amenazas existenciales contra los Estados, sociedades e individuos; y la continua irrupción de actores transnacionales no estatales.
Dichas circunstancias configuran un escenario complejo y desafiante, aunque con aspectos capitalizables en términos políticos para el correísmo, que se propone recuperar el terreno perdido y ampliar sus bases en la medida de lo posible, apostando por Andrés Arauz como su aspirante a la jefatura del Estado.
Andrés Arauz y la readaptación política del correísmo
Con estudios de grado y posgrado en Michigan, Ecuador y México, Andrés Arauz exhibe una ascendente carrera a través de la institución bancaria, primero, y más tarde en carteras clave de administración estatal. Su nombramiento como ministro de Conocimiento y Talento Humano, le otorgan un poco más de visibilidad y lo vinculan a la esfera social (educación, cultura, ciencias y tecnología). Sin embargo, cabe subrayar que su vertiginoso ascenso se da más bien en el nivel tecnocrático, sin traducirse necesariamente en términos de peso e influencia política en el seno del correísmo.
Un claro esfuerzo por fortalecer su imagen nacional e internacionalmente se aprecia desde 2017, tras la fundación el “Observatorio de la Dolarización”, que le ayuda a proyectarse hacia ciertos auditorios con reflexiones acerca de la economía y las finanzas. Muy probablemente con las auspicios del ex presidente Rafael Correa, se integra al Consejo Ejecutivo de la Internacional Progresista, integrado por personalidades de la izquierda política como Bernie Sanders (senador de Estados Unidos), Álvaro García Linera (ex vicepresidente de Bolivia), Celso Amorin (ex canciller de Brasil), y Yanis Varoufakis (ex ministro de Economía de Grecia), entre otras.
El registro de su candidatura por el partido Centro Democrático, agrupación de alcance regional aliada al correísmo, y su campaña al frente de la coalición UNES (integrada por organizaciones de la misma tendencia política), sugieren que su designación pudiera responder a un acuerdo que aprovecha su imagen de moderación, estilo conciliador, presencia académica e intelectual, y experiencia gubernamental. El objetivo sería transmitir un mensaje de “renovación” y “continuidad”, que mantenga y amplíe la geografía electoral del correísmo.
El plan de gobierno de Arauz fija como objetivo general “recuperar la democracia, el Estado plurinacional e intercultural, la dignidad, el trabajo, una estructura económica y productiva sostenible y la soberanía para caminar hacia la construcción de la sociedad del buen vivir siguiendo la hoja de ruta trazada en la Constitución de la República”. Para su realización, se definen a la vez once objetivos específicos: 1) justicia por la vida y la reproducción de la vida; 2) justicia democrática participativa y deliberativa; 3) justicia productiva y económica; 4) justicia intergeneracional; 5) justicia global, soberanía e integración; 6) justicia decolonial, plurinacional e intercultural; 7) justicia ecológica y transición energética; 8) justicia igualitaria para las mujeres y los grupos excluidos; 9) justicia digital y nueva economía; 10) justicia cognitiva; y 11) justicia justa e imparcial[24].
De resultar vencedores en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, Arauz, Rabascall y su equipo de gobierno, tendrán ante sí el desafío de preservar el legado de Correa, enmendar los errores, y ampliar las alianzas políticas y las bases electorales de su movimiento político. Para ello, deberán enfrentar un panorama plagado de riesgos y escollos: la inexistencia de una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional para impulsar su agenda legislativa; la carencia de recursos públicos para el cumplimiento de un programa ambicioso y altamente dependiente de estos; la atención a la lucha contra la COVID-19, en detrimento de otros frentes que precisan igualmente de urgencia; la hostilidad de los medios de comunicación; las exigencias, apatía e incredulidad ciudadana; las naturales tensiones que pudieran suscitarse con su movimiento político al calor del ejercicio de gobierno; y la obligación de dirimir temas de gran sensibilidad, como la suerte de los coidearios sentenciados por casos de corrupción, el lugar y papel del ex mandatario Rafael Correa, así como la política de alianzas con otras fuerzas políticas para el impulso de su agenda legislativa.
Conclusiones
El correísmo sirvió de núcleo ideológico y fuerza líder al movimiento político Alianza País que triunfó en las elecciones de 2006, con propuestas que convencieron a la mayoría del electorado ecuatoriano, sobre las vías para enfrentar y salir de las crisis producidas por el agotamiento del modelo neoliberal que dominó en la década de los noventa y en los primeros años del presente siglo. Tras el cisma que siguió a la decisión de Lenín Moreno de cerrar acuerdos con adversarios políticos y excluir de su gestión gubernamental las tesis del programa que lo hizo triunfar en las urnas en 2017, el correísmo se trasladó a la oposición, con la voluntad de mantener a sus bases políticas y electorales. Aunque con sus fuerzas visiblemente reducidas, consigue demostrar en los comicios seccionales de 2019, que aún cuenta con una red clientelar y un segmento del electorado nada despreciables.
Los procesos judiciales abiertos en contra de sus principales líderes, la ausencia física de la mayoría de estos, la estigmatización política y mediática, y la necesidad de readaptarse a las nuevas circunstancias y ampliar sus bases electorales, condujo al correísmo a optar por Andrés Arauz como candidato presidencial, con el apoyo de organizaciones propias y aliadas. Ante el rechazo de la autoridad electoral a la nominación de Rafael Correa como compañero de fórmula, se presentó y aprobó al periodista de origen guayaquileño, Carlos Rabascall, con la misión principal de construir y conservar las articulaciones con las redes políticas y los grupos económicos de la Costa.
Resulta obvio que si accede al Palacio de Carondelet, Arauz no contará con los recursos financieros que tuvo a su haber la Revolución Ciudadana en el pasado, ni el carisma de su líder principal, ni el entusiasmo y la ilusión que suscitó su opción política en otros tiempos. Esto augura que los márgenes de maniobra serán estrechos para acometer la compleja tarea de la renovación del correísmo ante un escenario dominado por la recesión económica, la escasez presupuestaria, el enfrentamiento a la crisis sanitaria, y las exigencias de una ciudadanía demandante de empleo digno, servicios sociales de calidad, y de mayor eficacia, transparencia y probidad de parte de los políticos, funcionarios e instituciones estatales.
Rogelio P. Sánchez Levis es autor de “Reflexiones acerca del dilema estructuralista de William Zartman” y co-autor de “Geopolítica Latinoamericana: Una mirada desde el Sur”. Fue embajador de Cuba en Francia, Mónaco y representante permanente ante el Buró Internacional de Exposiciones. Se desempeñó como asesor en el gabinete del Canciller del Ecuador y en la Presidencia de la Asamblea Nacional de ese país. Fue docente e investigador de la Escuela “José Peralta” y del Centro Académico de Seguridad y Defensa, del Instituto de Altos Estudios Nacionales del Ecuador. Es doctor en Ciencias Históricas de la Universidad de La Habana.
[Crédito foto: Cuenta oficial de Twitter de Andrés Arauz]
Fuentes
[1] A diferencia de los medios de prensa y la propaganda política, que por lo general hacen referencia al “correísmo” en un sentido peyorativo (resaltando los excesos y rasgos autoritarios de su liderazgo, y la lealtad casi irreflexiva de sus coidearios y seguidores), en este trabajo se aborda como un fenómeno nacido del compromiso y las reflexiones críticas lideradas por el economista Rafael Correa, acerca de la realidad política, económica y social del Ecuador de principios del siglo XX. En tal sentido, se discrepa con la opinión de algunos comentaristas que tienden a situar su origen, alrededor de las fisuras que crea la designación de Jorge Glas como candidato a la vicepresidencia en 2013. El correísmo se transformó más tarde en la base conceptual de la acción política, orientó al programa vencedor de los comicios del año 2006, y se constituyó como núcleo ideológico de la organización Alianza País. Vale destacar que sus postulados (soberanía sobre los recursos naturales, filosofía del buen vivir, multilateralismo, gasto público masivo en salud, educación, infraestructura, etc.) consiguieron atraer a más del 30 por ciento del electorado en la primera vuelta de los comicios de 2021, situando a Andrés Arauz en el primer puesto, con un margen incontestable.
[2] Organización política emergida con vistas a las elecciones presidenciales de noviembre de 2006, cuyo cuerpo ideológico y plan estratégico de gobierno, triunfan en los citados comicios, bajo el liderazgo del economista Rafael Correa Delgado. El mismo intenta sintetizar las luchas, acciones y agendas reivindicativas de grupos sociales que pugnan por la democratización, la modernización y el fortalecimiento del Estado en favor de los sectores marginados, la promoción y el respeto de los derechos de estos y la naturaleza, la defensa de la soberanía sobre los recursos naturales y el territorio nacional, así como el diseño y la puesta en práctica de políticas públicas que propicien la cohesión social.
[3] Beatriz Stolowicz, “El posneoliberalismo y la reconfiguración del capitalismo en América Latina”, Malaidea, No. 5 (abril 2014): p60
[4] La definición y discusiones acerca del posneoliberalismo se localizan casi exclusivamente en la región latinoamericana. Estas aluden a la etapa que se abre con la toma del poder político por parte de las fuerzas que emergieron de las luchas sociales en medio de las crisis y convulsiones de los años ochenta y noventa. Esto, como consecuencia de la aplicación de los postulados actualizados del liberalismo clásico (de Friedman, Hayek, Von Mises, etc.) y condensados en el llamado “Consenso de Washington”. Pensadores de la región latinoamericana como Atilio Borón y Emir Sader fueron pioneros en el empleo del término. Vale mencionar que el referido concepto también cuenta con detractores, como es el caso de la politóloga mexicana Beatriz Stolowicz Weinberger, que lo considera como una táctica conservadora de relegitimación del gran capital.
[5] Precio del petróleo crudo fijado por la OPEP 1960-2020,
https://es.statista.com/estadisticas/635114/precio-medio-del-crudo-fijado-por-la-opep/
[6] “Ecuador’s Economy Since 2007”, http://cepr.net/documents/publications/ecuador-2012-05.pdf
[7] “Ecuador: Purchase Under the Rapid Financing Instrument”,
https://www.imf.org/external/pubs/ft/scr/2016/cr16288.pdf
[8] “VDatos. Desigualdad. GINI por Ingresos, http://www.ecuadorencifras.gob.ec/vdatos/
[9] Beatriz Zepeda, María G. Egas, “La política exterior de la revolución ciudadana: opinión y actitudes públicas”, Revista Mexicana de Política Exterior (2014): p95
[10] Rickard Lalander , Pablo Ospina, “Movimiento indígena y revolución ciudadana en Ecuador”, CUESTIONES POLÍTICAS Vol. 28 Nº 48 (enero-junio 2012): p45
[11] Gonzalo Herrera, Situación, estrategia y contexto de los sindicatos en el Ecuador, (Buenos Aires, CLACSO, 2015), 43
[12]Programa de Gobierno 2017-2021, https://siteal.iiep.unesco.org/sites/default/files/sit_accion_files/siteal_ecuador_0243.pdf
[13] Informe de los resultados de las elecciones seccionales de 2019, https://cne.gob.ec/es/estadisticas/bases-de-datos/category/1580-elecciones-seccionales-2019
[14] Plan Nacional del Buen Vivir, https://www.planificacion.gob.ec
[15] Según las autoridades ecuatorianas de salud, el nivel de contagios por la COVID-19 asciende a
[16] VDatos. Desigualdad. GINI por Ingresos, http://www.ecuadorencifras.gob.ec/pobreza-y-desigualdad/
[17] Estadísticas COVID-19, https://www.coronavirusecuador.com/estadisticas-covid-19/
[18] (CNE, 2021) Resultados oficiales de las elecciones presidenciales del 4 de febrero de 2021, https://resultados2021.cne.gob.ec/
[19] Informe de los resultados de las elecciones seccionales de 2019, https://cne.gob.ec/es/estadisticas/bases-de-datos/category/1580-elecciones-seccionales-2019
[20] Opinión de la población entre diciembre 2019 y septiembre 2020, www.cedatos.com.ec
[21] The World Bank in Ecuador Overview, www.worldbank.org
[22] Construcción colectiva del Programa de Gobierno 3.0 de Andrés Arauz, https://andresarauz.ec
[23] (INEC I. N., 2020) VDatos. Desigualdad. GINI por Ingresos, http://www.ecuadorencifras.gob.ec/pobreza-y-desigualdad/
[24] Construcción colectiva del Programa de Gobierno 3.0 de Andrés Arauz, https://andresarauz.ec