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Las crisis de Guatemala (1954): el declive del posicionamiento estadounidense en la cooperación panamericana

Fuente: Noticias de Guatemala (noticias.com.gt)
Fuente: Noticias de Guatemala (noticias.com.gt)


Políticamente, el orden internacional tras la segunda guerra mundial se rigió por la Guerra Fría, dictada por un mundo bipolar mandado por los Estados Unidos (EE.UU.) y la Unión Soviética. Ambas potencias utilizaron constantemente su influencia y fuerza militar. Se puede argumentar que este período de la historia mundial vio un sistema internacional que en verdad era un mundo anárquico gobernado por el poder, donde los Estados, tanto poderosos como débiles, buscaban asegurar un orden mínimo para su supervivencia. A través de ese equilibrio de poder, enfatizaban los principios de soberanía, la autodeterminación de los pueblos y la no-intervención. No obstante, ese equilibrio de poder chocaba con la bipolaridad, dado que varios países se sentían amenazados por los dos bloques que concentraban el poder (Washington con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y Moscú con el Pacto de Varsovia). De este modo, el sistema internacional se trataba de la seguridad en términos de defensa militar y seguridad colectiva; surgieron instituciones internacionales tal como la Organización de Naciones Unidas (ONU), la heredera de la Liga de las Naciones, para garantizar la paz universal y actuar como mediadora en conflictos interestatales. [1]

Económicamente, existía una sola potencia hegemónica, los EE.UU., y según la perspectiva capitalista, un acercamiento a Washington significaba que un país podría desarrollarse y beneficiarse del sistema económico. Es decir, a los Estados les convenía crear una amistad con Norteamérica, ya que la economía internacional se basaba positivamente en un sistema de confianza fuertemente ligado al patrón dólar-oro. Así, crecieron varias regiones mundiales (en particular, América Latina, Europa y EE.UU.) en las décadas de los 1950s y 1960s.

Conceptualización del comunismo en el Norte

Desde el nacimiento de los EE.UU. como país, su política exterior ha sido marcada por su ideología nacional, formada por el expansionismo, el americanismo, la supremacía y la intolerancia. Además, en EE.UU. se ha creado la visión de que es el pueblo elegido para proteger a los pueblos débiles e indefensos de los maléficos hechos de algunos actores en el sistema internacional. Por eso, la llegada de la Guerra Fría provocó en el gobierno y pueblo estadounidenses un fuerte terror al comunismo, puesto que éste representaba una ideología contraria al capitalismo; el gobierno norteamericano vio necesario instalar una contrafuerza para frenar o, por lo menos, contener el bloque soviético en el mundo libre, en particular donde las áreas de influencia histórica norteamericana (como la América Latina y el Caribe). [2] Ese terror causaba que cualquier suceso soviético fuera designado una amenaza para la seguridad nacional, resultando en, a su criterio, una excusa válida para atacar los proyectos de reforma democráticos y legítimos en otros países debido a la incapacidad de EE.UU. de distinguir entre un cambio reformista y uno comunista. Washington veía amenazas por todo lado, e impidió cambios democráticos originales (por ejemplo, en la crisis guatemalteca). De este modo, el hégemon occidental ni siquiera permitió las reorganizaciones pacíficas (y no alineadas con Moscú) de los sistemas políticos, particularmente en el hemisferio oeste. Irónicamente, el uso de cualquier medio para influenciar a o incursionar militarmente en otros países fue justificado en nombre de la ley de naturaleza (o más popularmente conocida como la ley de la selva), la cual afirma que el más fuerte tiene el derecho de imponer su voluntad sobre los más débiles. Esto se tradujo a la práctica cotidiana y rutinaria de las intervenciones militares y operaciones secretas.

Insuficiencias en los continentes americanos

En el contexto de la bipolaridad de la Guerra Fría, los Estados americanos, liderados por Washington,  recurrían a la cooperación regional en materia de seguridad para mantener la paz y la seguridad en el continente, creando instituciones de carácter defensivo tales como el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) en 1947 y la Junta Interamericana de Defensa (JID) en 1952. Su objetivo principal se consistía en establecer una zona de seguridad continental, además de formar una alianza militar frente a Estados agresivos (o sea, el objetivo era crear una versión en este continente a lo que se vio con la OTAN en Europa). [3] Sin embargo, las relaciones de cooperación entre los EE.UU. y la América Latina se quebraron en vez de incrementarse, no sólo por la incompatibilidad ideológica norteamericana con el resto de la región, sino porque también se habían fundado sobre una plataforma teórica inconsistente.

Esta incompatibilidad ideológica norteamericana se debía al hecho que en un plazo de tan sólo cinco años (1945–1950) los EE.UU. dejaron de aseverar el universalismo (ONU) a favor del regionalismo. A esta dificultad, se añadía la inestabilidad subyacente, sintetizada en dos puntos. Primero, hay diferencias significativas entre los países desarrollados (EE.UU. y Canadá) y los países en vía de desarrollo (América Latina). Segundo, existía asimetría entre el norte y el sur en materia de poder y objetivos; cada bloque poseía perspectivas distintas en relación a la soberanía, la defensa y la seguridad.

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Fuente: Benedetta Calandra and Marina Franco

Específicamente, durante los 1950s y 1960s los EE.UU. continuaron su posición histórica y de percibir a América Latina como inferior en cuanto a su raza, cultura, moral y política; Washington iba a seguir siendo el actor regional dominante, el más igual entre los iguales. Además, la política exterior estadounidense se basaba en el americanismo, el excepcionalismo y el intervencionismo, con un fin de auto-ayuda en que deseaba proteger su identidad, su seguridad y su influencia sobre su zona de control en contra de la Unión Soviética. De hecho, a Washington le interesaba la cooperación panamericana solamente como un medio de contener el comunismo que había logrado extenderse al este europeo; así, el gobierno estadounidense pretendía ampliar su dominio sobre todos aquellos países no alineados que no tenían una influencia soviética.

Tras los numerosos conflictos ocurridos durante la Guerra Fría en América Latina, (Guatemala, Cuba, Chile, Nicaragua, República Dominicana, Malvinas y Panamá), los Estados latinoamericanos eventualmente empezaron a formar conciencia de la desigualdad en la cooperación que existía con la potencia hegemónica estadounidense. [4] Washington probablemente no pensaba que el resultado de estos conflictos sería el giro radical en la perspectiva latinoamericana en cuanto al sistema internacional y el futuro de la cooperación panamericana—una visión que excluía a los EE.UU. (como vemos hoy en organizaciones continentales como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños—CELAC).

Guatemala como primera mirada hacia una alternativa que difiera de la política hegemónica

Fuente: Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica (CIRMA)
Fuente: Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica (CIRMA)

La crisis guatemalteca fue un evento decisivo en el desfallecimiento de la cooperación norte-sur, porque, como consecuencia de ésta, nació públicamente la posibilidad de que existiera una alternativa al posicionamiento estadounidense (aunque no se fuera discutida formalmente, por ejemplo, en el marco de la Organización de Estados Americanos—OEA). Esa alternativa se manifestó gracias a las nuevas ideas y opiniones que surgieron como respuesta al derrocamiento de la administración de Arbenz. Algunos ejemplos incluyen:

  • La América Latina cuestionaba si no era exagerada o excesiva la respuesta internacional (primariamente norteamericana) ante el cambio político-social de Guatemala entre 1944 y 1954; esta transformación sembraba el libre cambio de ideas, algo esencial para la democracia además del respeto a la persona y la igualdad de todos ante la ley. [5] La verdad era que la propuesta de reforma agraria de los presidentes Juan José Arévalo Bermejo y Jacobo Árbenz no era comunista ni radical. [6] Lo que sí marcaba era un nuevo tipo de reforma en el continente, en que el gobierno tenía “con el afán de crear un sistema de educación popular que pudiera ser la base de la modernización capitalista y el desarrollo de la economía interna.” [7] Por lo tanto, las movilizaciones populares de maestros y estudiantes que derrocaron al régimen dictatorial del general Jorge Ubico quien había ejercido el poder por 14 años, y conocidas históricamente como la Revolución de Octubre, [8] no fueron un justificativo, porque no representaban un peligro real a los intereses norteamericanos (pues no intentaba destruir el capitalismo sino implantarlo).
  • En el ámbito de la X Conferencia Interamericana (Caracas, marzo de 1954), los Estados latinoamericanos pusieron énfasis en los problemas económicos y sociales, en el plano interno, y, en el respeto de la soberanía, la igualdad jurídica estatal y el rechazo de la intervención, en el plano internacional.
X Conferencia Interamericana, Caracas, 1954(Fuente: LIFE)
X Conferencia Interamericana, Caracas, 1954
(Fuente: LIFE)
  • Al mismo tiempo, se destacó la importancia de la ONU en salvaguardar la paz y la seguridad internacional, a más de su preeminencia sobre todos los organismos regionales como la OEA.
  • También, los países del sur expresaron un deseo de poner obstáculos al imperialismo estadounidense. Dando mayor prioridad a la amenaza comunista en otras partes del mundo (como en el Medio Oriente luego de las crisis del Canal de Suez y los rehenes en Irán), los EE.UU. abandonaron la doctrina de política exterior conocida como la Política del Buen Vecino, creada por el Presidente Franklin D. Roosevelt (FDR).

¿Por qué la Revolución de Octubre no pudo llevar a cabo la ruptura por sí misma?

La crisis guatemalteca no llegó a ser más que un foro de exposición en el que circularon y se discutieron inútilmente varias perspectivas contradictorias. En particular, las alternativas que se expusieron fueron silenciadas por el orden ya establecido por Washington. Con respecto a los efectos del realineamiento, se dio prioridad a la agenda política inmediata que hizo favorecer la creación de una amistad con los EE.UU. y todos en la América Latina quienes rechazaban la opción socialista. Esto prevalecía primariamente porque el nuevo intervencionismo norteamericano todavía se mantenía a una escala menor y, por eso, no se evocó una oposición unánime. Fue así que en el marco de la OEA, ningún país, salvo México, se opuso abiertamente al ataque contra Guatemala. Además, los gobiernos latinoamericanos sintieron temor cuando México, al protestar por los sucesos en Guatemala, fue acusado por Washington de poseer influencia comunista en su gobierno.  Económicamente, en Argentina se predominaba la Tercera Posición, la cual afirmaba que un acercamiento con los EE.UU. lograría la independencia económica y alcanzaría la justicia social y la paz universal, a la vez prevendría la soberanía política. [9]

La cooperación panamericana hoy en día

Desde comienzos del siglo XXI, América Latina dejó de ser una prioridad para la política exterior estadounidense. Durante el último debate electoral de 2012 entre Obama y Romney, el diálogo sobre política exterior se centró en el terrorismo internacional y el Medio Oriente, omitiendo toda discusión de la América Latina. Al mismo tiempo, es innegable que Washington sigue siendo el principal inversor en América Latina, a pesar de la creciente presencia de China en la región. No obstante, las prioridades de la administración del presidente Obama hacia los Estados latinoamericanos se enfoca en la migración (particularmente la ilegal), ya que ésta tiene repercusiones directas en la política interna (por ejemplo, la importancia creciente del voto latino). [10]

La actual participación de Washington también reside en promover las transiciones democráticas en Cuba y Venezuela. A la vez, Washington ha criticado a los gobiernos latinos que son muy estatistas e intervencionistas (muy parecidos a los de Arévalo y Árbenz), algo que podría ocasionar una enorme ruptura continental.

Fuente: lanaveva.wordpress.com
Fuente: lanaveva.wordpress.com

La década de los 1990s se caracterizaron por privatizaciones masivas, donde los superpoderes del Oeste intervinieron a los países en vía de desarrollo con el fin de eliminar la excesiva regulación gubernamental. Ese empuje hacia la integración económica disimuló nuevamente la actitud estadounidense de auto-ayuda donde Washington deseaba proteger su identidad, su seguridad y su influencia encima de los demás Estados americanos. En realidad, la intención de esta misión oculta consistía completamente en reestructurar las economías latinas, lo cual hizo que América Latina se volvió una sirviente del sistema internacional, y EE.UU. el beneficiario de las privatizaciones. De esta forma, la perspectiva contemporánea norteamericana no difiere mucho de su visión teórica durante la Revolución de Octubre guatemalteca en 1954.

Después del 2000, el mundo vio el surgimiento de múltiples organizaciones intergubernamentales americanos tal como CARICOM, ALBA, Unasur y CELAC. Sin embargo, cada institución debilita a las otras, por la de una cultura común en todas estas organizaciones; es decir, los Estados latinos aún no han desarrollado una cultura universal de derecho. Los países se unen actualmente sólo para discutir problemas compartidos por el grupo, pero no existe ninguna discusión sobre la gobernancia efectiva. Hasta la actualidad, los Estados latinos han evitado la construcción de cualquier tipo de gobierno supranacional y simplemente han buscado la cooperación trasnacional en áreas técnicas, creyendo que buenos hábitos cooperativos en un área trasladarían a otras áreas multiplicando lazos internacionales (teoría spillover). Esta teoría no representa a la realidad.

Para que la cooperación regional sea exitosa y perdure en el largo plazo, es obligatorio que los Estados participantes tengan fe en el sistema internacional (una visión opuesta al realismo de Hans Morgenthau y al neorrealismo de Kenneth Waltz). De este modo, cada Estado pueda obtener los mismos beneficios que éste extienda a los demás. Así, el futuro del sistema americano gira en turno de la CELAC y la Unasur, las organizaciones regionales actualmente lideradas por las políticas de los hermanos Castro y el sucesor de Chávez.

Al mismo tiempo, la sociedad internacional tendrá que esperar y ver si los gobiernos herederos de Chávez (en menos de un mes) y de los Castros (en cinco años)  mantendrán las mismas iniciativas que sus predecesores, como excluir a EE.UU. del sistema interamericano, o si el fallecimiento de Chávez y la pendiente salida castrista dé lugar a Brasil como líder regional. En 2011, cuando el presidente Obama visitó Brasil, él declaró que está complacido por la renovación de las relaciones Brasilia-Washington. Lo que sí es seguro es que toda América Latina experimentará nuevas dinámicas que afectarán de forma directa su relación con los EE.UU., aunque nadie sabrá cómo sucederá durante el VII Cumbre de las Américas en 2015 que se realizará en Panamá.

Lo que los gobiernos latinoamericanos deben preguntarse es: ¿Su objetivo principal es simplemente ampliar sus relaciones? ¿O acaso buscan profundizar sus relaciones regionales como base para una mayor participación en la escena internacional?

Kimberly Bullard, Research Associate en el Consejo de Asuntos Hemisféricos

Ésta es una contribución gratuita producida por el Consejo de Asuntos Hemisféricos. Si desea republicarla, por favor ponga nuestra información institucional. Los derechos exclusivos pueden ser negociados.

Si desea obtener más información sobre los asuntos interamericanos, les sugerimos que visite la página de Latin News, haciendo un clic aquí.

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Referencias

[1] Sillone, Jorge Osvaldo y Luis Alberto Somoza, “La Inteligencia como Instrumento de Cooperación Internacional Ante las Nuevas Amenazas Continentales,” Argentina, Center for Hemispheric Defense Studies, REDES 2002, Research and Education in Defense and Security Studies, http://www.aainteligencia.cl/wp-content/uploads/2009/11/AA2005.pdf.

[2] Muñoz, Brenda Morales, “Análisis de José Luis Valdés Ugalde, Estados Unidos: intervención y poder mesiánico. La Guerra Fría en Guatemala, 1954,” Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, vol. 30 doc 363, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2006, http://www.historicas.unam.mx/moderna/ehmc/ehmc30/363.html.

[3] Sillone, Jorge Osvaldo y Luis Alberto Somoza, “La Inteligencia como Instrumento de Cooperación Internacional Ante las Nuevas Amenazas Continentales,” Argentina, Center for Hemispheric Defense Studies, REDES 2002, Research and Education in Defense and Security Studies, http://www.aainteligencia.cl/wp-content/uploads/2009/11/AA2005.pdf.

[4] Sillone, Jorge Osvaldo y Luis Alberto Somoza, “La Inteligencia como Instrumento de Cooperación Internacional Ante las Nuevas Amenazas Continentales,” Argentina, Center for Hemispheric Defense Studies, REDES 2002, Research and Education in Defense and Security Studies, http://www.aainteligencia.cl/wp-content/uploads/2009/11/AA2005.pdf.

[5] “Sobre la revolución de octubre de 1944,” deGuate.com, Octubre 19, 2007, http://www.deguate.com/artman/publish/especiales_diade/Sobre_la_revoluci_n_de_octubre_de_1944_12445.shtml#.UT1DaY4Qg21.

[6] “Jacobo Arbenz: Was he a Communist,” last modified October 2009, http://www.oocities.org/walkman109/page3.html.

[7] “1944: La Revolución de Octubre,” En pie de lucha, http://shr.aaas.org/guatemala/ciidh/org_rep/espanol/part2_3.html.

[8] “Sobre la revolución de octubre de 1944,” deGuate.com, Octubre 19, 2007, http://www.deguate.com/artman/publish/especiales_diade/Sobre_la_revoluci_n_de_octubre_de_1944_12445.shtml#.UT1DaY4Qg21.

[9]  Álvarez, Silvia T., “Las crisis de Guatemala (1954) y Haití (1991-1994): dos paradigmas de política exterior argentina,” Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, Estudios Interdisciplinarios de America Latina y el Caribe, http://www.plataformademocratica.org/Publicacoes/24094.pdf.

[10] Malamud, Carlos, “América Latina y el segundo mandato de Barack Obama,” http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/zonas_es/america+latina/comentario_malamud_america-latina_barack-obama_segundo_mandato.