Rescatando al Feminismo en América Latina
Escrito por: Melanie Landa, Analista en el Consejo de Asuntos Hemisféricos
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Los movimientos feministas han estado presentes en América Latina desde los inicios del siglo XX y tras el cierre de la Primera Guerra Mundial. Reacciones feministas suscitaron tras las movilizaciones lideradas por personalidades tales como Paulina Luisi (1875-1949) en Uruguay, y Bertha Lutz (1894-1972) en Brazil, quienes figuraron como protagonistas del movimiento feminista Panamericano. Éstas lucharon por la defensa de los derechos de la mujer, como también por el derecho femenino al sufragio en sus respectivos países.[1] La discriminación a la mujer y su subordinación fueron expuestas por féminas de clase media quienes continuaban con iniciativas propuestas por Luis, Lutz, y otras.[2] A su vez, las mismas influenciaron otros movimientos de tendencia feminista provenientes de distintos orígenes e ideologías de toda Latinoamérica y El Caribe. Los objetivos principales en la agenda propuesta incluían la representación política de las mujeres, así como la paridad ciudadana, y la declaración de la igualdad de géneros. Dicha campaña fue adoptada por mujeres quienes decidieron llamarse feministas, y quienes son dignas de reconocimiento por los inagotables esfuerzos por su inclusión en un mundo liderado por hombres. Sin embargo, a pesar de los avances en dicha propuesta, el feminismo del siglo XXI parece estar fragmentado. El movimiento ha sido víctima de un sinnúmero de conflictos. Entre sus mayores obstáculos se encuentra la constante desacreditación entre las mismas feministas. El feminismo en Latinoamérica se halla en la necesidad de ser rescatado de las feministas, y a su vez, por ellas mismas.
Por décadas, el movimiento feminista ha sido caracterizado por el creciente desempeño en alcanzar la equidad de la mujer con el hombre. Desde sus inicios, el feminismo ha intentado atacar al sistema patriarcal y al machismo que promovía la violencia contra las mujeres. Las mismas se han encargado de denunciar la discriminación de género, y su proyecto se ha convertido en un emprendimiento hacia la emancipación femenina. Pero el feminismo forcejea con problemas internos arraigados al movimiento. Al momento de reunirse y consolidarse, el movimiento encuentra barreras intoxicadas con racismo, discriminación, e intolerancia ideológica que debilitan los pilares del feminismo. La feminista y socióloga peruana Virginia Vargas, comenta que “no existe proyecto transformativo que pueda ser concebido en base a una propuesta mono lógica,” recalcando que los ideales de un movimiento como el feminismo no pueden ser exitosos si se encuentran atados al individualismo.[3] El contexto histórico revela la necesidad imperativa de corregir el enfoque feminista.
Una Historia de Constante Conflicto
El feminismo en América Latina de hoy en día ha sido el resultado directo de un conglomerado de movimientos que se dieron empezando la década de 1980. La campaña y su agenda alcanzaron un nivel y reconocimiento transnacional que llevaron a feministas de toda la región a reunirse bajo el mismo ideal. Estos eventos reciben el nombre de “Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe.” Los `80 abrieron las puertas a mujeres de clase media, quienes se unieron a feministas militantes quienes buscaban acabar con la opresión de género. A su vez, buscaban poder atribuir una definición adecuada al término “autonomía.”[4] Esta propuesta fue proyectada en el primer Encuentro que se llevó acabo en Bogotá, Colombia, en 1981. A pesar de la iniciativa, el evento estuvo lleno de descontento debido a la inconclusa aserción de la autonomía femenina.[5] El segundo Encuentro se sostuvo en Lima, Perú, en 1932; esta vez la intolerancia acabó un debate que estuvo centrado en la duda sobre si la causa subyacente que daba cabida a la subordinación de la mujer recaía en las clases sociales o en la diferencia de géneros.[6]
Durante el tercer Encuentro en Bertioga, Brasil, en 1985, las participantes retaron a la estricta definición de “feminismo absoluto” bajo el cual el movimiento se estructuraba. El debate continuó durante el cuarto Encuentro en Taxco, México, 1987. Aproximadamente 1,500 mujeres de diferentes orígenes asistieron al evento; incluyendo mujeres pertinentes a diferentes partidos políticos y organizaciones no gubernamentales, mujeres viviendo bajo regímenes socialistas tales como Cuba y Nicaragua, y mujeres pertenecientes a minorías, incluyendo mujeres afrodescendientes y lesbianas. Debido a la variedad en ideales y propuestas, el desacuerdo quebrantó el intento de consenso y nubló el significado del feminismo, la claridad sobre su representación, y la priorización de metas. El resultado, como lo describe Virginia Vargas, concibió un “vanguardismo que excluía las diferencias.”[7] Un esquema erróneo del feminismo fue trazado mientras se ignoraba la presencia de aspectos transversales. Las feministas no eran iguales en aquel entonces, ni lo son ahora; sus diferencias varían en las bases de sus movimientos particulares, sus etnias, culturas, razas, clases sociales, e ideologías. El feminismo Panamericano ha trascendido a una fase pluralista en el cual las diferencias son representadas y acreditadas en un movimiento que, originalmente, se hallaba en lo monolítico.
Sin embargo, la dificultad de inclusión solo incrementaría durante el quinto Encuentro que se llevó acabo en San Bernardo, Argentina, en 1990. Mujeres de diferentes religiones se unieron a representantes urbanas y rurales, al igual que a mujeres de clase media y de orígenes indígenas. Inevitablemente, la reestructuración del feminismo fue propuesta debido a la necesidad de encontrar cabida a la representación de todos sus miembros; pero dicho conflicto sobre la inclusión plagó la conferencia. La desconexión del grupo debido a la falta de representación resultó en la fragmentación del mismo, llevando a las feministas a partir del grupo y creando otros más pequeños.[8] La necesidad de desenmascarar la idea arcaica en la que el feminismo representaba a un solo grupo suscitó, y la misma debe conducir a la realización del feminismo como un movimiento de diversidad cuyos inicios batallaban por la igualdad de la mujer.
Dos Encuentros más se efectuaron en Cartagena Chile (1996) y Juan Dolio, República Dominicana (1999). En Cartagena, la delegación anfitriona trató de enfocar la reunión en poder desenredar el argumento contra el sector feminista menos representado, pero tales esfuerzos acabaron en ataques e insultos por parte de miembros quienes criticaban la política del movimiento. Los eventos demuestran que las participantes del feminismo se encontraban preparadas para promover una agencia humana a la perspectiva feminista para divorciarse del enfoque igualitario en el cual el movimiento fue fundado.
Los conflictos de la reunión anterior tuvieron eco en los desconciertos del último “Encuentro del Milenio” en 1992, en Juan Dolio. Las feministas quisieron resolver los desacuerdos que tanto las separaban e intentaron reenfocar las dinámicas de representación del movimiento con la intención de establecer valores mutuos y un denominador común que las caracterizara a todas.[9] Alianzas eran necesarias para restaurar la idea de establecer valores mutuos y denominadores comunes del feminismo. El trabajo no se ha completado, y la búsqueda de estos principios y afinidades continúa hoy.
La Búsqueda de un Denominador Común
Dada la falta de cohesión en el movimiento feminista latinoamericano por décadas, iniciativas menores llevaron a la creación de distintos movimientos que representarían los intereses de las ideologías individuales. Jóvenes chilenas abogaban por la unificación política en su país mediante el Colectivo Feminista Bajo Sospecha.[10] Feministas mexicanas enfocaron sus intentos en el empoderamiento de jóvenes urbanas, movimientos estudiantiles, y publicaciones formuladas en el contexto feminista de sus país que seguía el surgimiento revolucionario Zapatista de 1994.[11] Mujeres afrodescendientes convocaron el “Primer Encuentro de la Mujer Negra de América Latina y el Caribe,” en julio de 1992 en República Dominicana. Por otra parte, feministas homosexuales se han organizado formalmente desde 1987 al crear la “Red de Feministas Lesbianas de América Latina y el Caribe.” Finalmente, y al sentirse excluidas, las feministas indígenas crearon el circuito “Coordinadora Continental de Mujeres Indígenas,” que las llevó a la discusión sobre su falta de representación en el movimiento feminista.[12]
El feminismo en la actualidad lucha por los intereses individuales de los diferentes grupos, que han resultado en la fragmentación del movimiento. En Perú, Zezy Yadryda de 25 años, aboga por la mujer y la naturaleza en áreas rurales, atribuyéndole el nombre de “eco-feminismo.” “Criticamos el movimiento feminista nacional porque muchas veces es muy centralizado en la capital,” comenta. “Hacemos un llamado a la descentralización de los debates feministas ya que queremos incluir mujeres que viven en áreas rurales.”[13]
En Argentina, la feminista homosexual Paloma Rodríguez lucha por los derechos de reproducción femenina y desafía la heterosexualidad en la política. “La perspectiva lesbiana,” explica, “es una perspectiva política que cuestiona las normas heterosexuales y discute la heterosexualidad como un régimen político conectado al modelo patriarcal que discrimina a lesbianas, gays, transexuales, y a las mujeres.”[14] La feminista nicaragüense Leticia Picado Palma, habla en contra de las leyes con respecto al feminicidio- definido por las Naciones Unidas como “homicidio violento y deliberado de una mujer por razones de género.”[15] Picado Palma sugiere que la mujer nicaragüense “sufrió otro retraso cuando el gobierno reformó la ley que reintrodujo el viejo concepto de ‘mediación familiar’ en casos de violencia doméstica,” que perjudicaba a las mujeres que ya eran víctimas de una violencia sexista.[16]
A pesar de la fragmentación del feminismo, Claudette Rojas de Bolivia y Marla Arce Pimiento de México, enfatizan la necesidad de un feminismo global y resaltan las mejoras necesarias para el éxito rotundo del movimiento. “Hay diferentes tipos de feminismo,” dice Rojas, “por ende, es importante hacer del feminismo un movimiento inclusivo para mujeres de distintas generaciones y distintas identidades sexuales.”[17] Arce Pimienta, a su vez, hace un llamado al reconocimiento del feminismo de una manera más amplia en México: “El feminismo enmarca nuestros esfuerzos por crear un mundo nuevo; no tengas miedo de la palabra,” dice. “Si no nos denominamos como feministas, no existimos.”[18]
Aun dada la variación en enfoque y región, estas activistas abogan, sin cesar, por la mujer. Por consiguiente, el feminismo necesita una urgente vindicación y una redefinición del denominador común que representa al movimiento: la meta de la defensa de los derechos de la mujer. La defensa inagotable de esta meta incrementará la atención pertinente que recibe el tema del derecho de la mujer, sin importar las variedades o adaptaciones de cada uno de los movimientos que componen el movimiento. El feminismo nació de la consolidación de la mujer y su lucha por la igualdad y el empoderamiento. Hoy en día, los grupos feministas varían en número y enfoque, pero pueden unificarse en una lucha común, a pesar de tantas diferencias.
Feminismo más allá del Consenso
El propósito original del feminismo no debe quedar en el olvido por causa de las nuevas adaptaciones del siglo XXI. Hoy, el movimiento da voz a opiniones en distintos temas y debates tales como los derechos reproductivos de la mujer. El aborto es uno de los temas más controversiales en la actualidad latinoamericana, y el feminismo ha tomado parte de los debates. Los principios del feminismo, tales como el empoderamiento de la mujer y su completa independencia en la sociedad, son objetivos de debate en discusiones concernientes al derecho reproductivo. A la vez que el feminismo se adapta al contexto y circunstancias actuales, surge el desacuerdo con respecto a “quien está en mejor posición para representar al feminismo” en esta materia. Aunque no todos los miembros del feminismo en la región toman la misma posición en la discusión, el tema de los derechos de la mujer se haya altamente vinculado al debate sobre el aborto. De acuerdo al reporte titulado “Aborto y Derechos Reproductivos en Latinoamérica” (Abortion and Reproductive Rights in Latin America: Implications for Democracy), publicado en marzo de 2015 por el Centro de Derechos Reproductivos, al menos 2000 mujeres latinas mueren a diario por causa de abortos en circunstancias inseguras.[19] En Chile, El Salvador, República Dominicana y Nicaragua, el aborto es ilegal y completamente prohibido sin importar la causa de su naturaleza. La criminalización del aborto, por ende, se ve directamente relacionado con la muerte de muchas mujeres que necesitan educación y asistencia al momento de tomar decisiones, y no ser juzgadas.
Las restricciones implícitas en el aborto han movilizado a grupos feministas en países de la región donde la posibilidad de legalizar el aborto no está sobre la mesa.[20] Por otra parte, en Cuba, México y Uruguay, existe el reconocimiento al aborto si se procede con éste durante el primer trimestre de embarazo.[21] A su vez, en otros países de América Latina, el tema recae en un terreno medio donde el aborto es permitido solo si la salud física o mental, o la vida de la madre se encuentra en peligro.[22] Debido a las circunstancias, grupos de feministas en la región luchan por que estos derechos sean establecidos en una base fija, argumentando que “para que la mujer pueda ejercer sus derechos completamente, debe poder ejercer sus derechos reproductivos libremente.”[23]
Sin embargo, otros grupos feministas en América Latina no apoyan las leyes competentes al aborto. Muchos creen que “el aborto traiciona a los principios contra la violencia, la discriminación, y la justicia para todos que establece el feminismo,” sugiriendo que los mismos valores del pasado están ligados a la interpretación de la realidad actual.[24] La inconsistencia persiste; por ello, es necesario la adopción de la pluralidad. Una vez que las mujeres hallen la capacidad de entender sus diferencias, la batalla contra la injusticia de géneros podrá tornarse menos tediosa. Para que el feminismo sea exitoso, es necesario entender que las mujeres provienen de distintos orígenes y que poseen distintas perspectivas. El respeto y la colectividad del movimiento son la base para la prosperidad del feminismo en Latinoamérica.
De la Individualidad al Colectivismo
La mujer latinoamericana ha alcanzado avances admirables con respecto a su empoderamiento en la sociedad. En el artículo, “The Machismo Paradox: Latin America’s Struggles with Feminism and Patriarchy,” publicado en abril de 2014 en Brown Political Review, Nikhil Kumar recopila los avances de la mujer en distintos países de la región: el número de mujeres en la Asamblea Nacional de Nicaragua incrementó de 18.5 porciento a casi 40 por ciento entre 2006 y 2011.[25] Por otra parte, Michelle Bachelet fue electa presidente de Chile en 2006 y reelegida en 2014. En Argentina, Cristina Fernández de Kirchner fue electa presidenta en 2007 y nuevamente en 2011. A su vez, Laura Chinchilla Miranda se convirtió en presidente de Costa Rica en 2010 y fue reelecta en 2013. A pesar de sucesos recientes, Brasil eligió a Dilma Rousseff como presidente en 2010 y nuevamente en 2014.[26] Pero a pesar de dichos avances, muchos contienden que son eventos asociados al patriarcado machista, y sugieren que en estos eventos los hombres tienen gran influencia. Kumar explica que, a pesar de los altos niveles de poder que estas mujeres han alcanzado, las mismas lograron alcanzar altas posiciones políticas debido al apoyo y los lazos que sostienen con hombres pertenecientes al gobierno, recalcando que aún existe “una estructura patriarcal en la sociedad de Latinoamérica.”[27] Kumar también agrega que algunos creen que el avance femenino a manos de influencia masculina no es feminista suficiente como para recibir créditos; argumento digno de debate. El empoderamiento de la mujer, hoy en día, necesita ser un esfuerzo colectivo que incluya a mujeres y a hombres por igual. El distanciarse de una cultura machista no implica la desacreditación del hombre y sus pensamientos; al contrario, significa el poder avanzar como una sociedad consolidada en la búsqueda de la igualdad mediante la aceptación de la existencia de diferencias sociales.
Debido a múltiples razones, una redefinición del movimiento puede contribuir a la reestructuración del feminismo como lo conocemos. Primero, es necesario establecer que el movimiento lucha por el empoderamiento de la mujer de una manera pluralista, sin importar el origen, religión, color, o clase social que sostienen sus miembros. Segundo, la idea que apoya que el empoderamiento de la mujer es un fin solo para la mujer y alcanzado sólo por las mismas necesita ser modificado. Aunque la iniciativa de impulsar la emancipación del sexismo y el machismo sirvió como catalizador loable a la creación del feminismo, hoy en día es necesario reconocer que dicho movimiento debe encontrar nuevo terreno en la sociedad donde hombres y mujeres, en conjunto, puedan luchar por la agenda en contra de la alineación de sexos. Los intentos serán en vano a menos que hombres y mujeres puedan derrotar la cultura sexista que aún persiste en el siglo XXI. Por último, aquellos miembros que componen el feminismo deben divorciar la idea de la meta personal y los intereses individuales, e implementar la multiplicidad de propósitos; no existe un solo ángulo al feminismo en la Latinoamérica y el Caribe de la actualidad. Es imperativo el poder superar las confrontaciones internas que cuestionan la autenticidad del feminismo y proceder a trabajar como un movimiento cohesivo para la mujer. El pluralismo- coexistencia creativa de mecanismos, instituciones, y miembros- es esencial para el redescubrimiento, fortalecimiento, y enfoque del feminismo para forjar la igualdad: meta que establecieron las precursoras del movimiento décadas atrás. Estos son los preceptos necesarios para poder rescatar la longevidad del éxito del feminismo en América Latina.
Escrito por: Melanie Landa, Analista en el Consejo de Asuntos Hemisféricos
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Foto destacada: Feminismo por Margaret Scott (NewsArt).
[1] Kumar, Nikhil. “The Machismo Paradox: Latin America’s Struggles with Feminism and Patriarchy – Brown Political Review.” Brown Political Review. April 30, 2014. Accessed March 2016. http://www.brownpoliticalreview.org/2014/04/the-machismo-paradox-latin-americas-struggles-with-feminism-and-patriarchy/.
[2] Vargas, Virginia. “The Feminist Movement in Latin America: Between Hope and Disenchantment.” Development and Change 23, no. 3 (1992): 195-214. doi:10.1111/j.1467-7660.1992.tb00462.x.
[3] Ibid
[4] Havens Center for Social Justice. http://www.havenscenter.org/files/Alvarez_3_alvarez-etal.pdf
[5] Vargas, Virginia. “The Feminist Movement in Latin America: Between Hope and Disenchantment.” Development and Change 23, no. 3 (1992): 195-214. doi:10.1111/j.1467-7660.1992.tb00462.x.
[6] Ibid
[7] Ibid
[8] Ibid
[9] Ibid
[10] Ibid
[11] Peter Rosset. “Zapatista Uprising.” Zapatista Uprising. Accessed March 15, 2016. http://www.chiapas-support.org/main.htm.
[12] Havens Center for Social Justice. http://www.havenscenter.org/files/Alvarez_3_alvarez-etal.pdf
[13] “Zezy Yadryda, 25.” Fusion. Accessed March 18, 2016. http://fusion.net/story/55061/zezy-yadryda-25/.
[14] “Paloma Rodriguez, 26.” Fusion. Accessed March 18, 2016. http://fusion.net/story/55083/paloma-rodriguez-26/.
[15] “Femicide in Latin America.” Headquarters. April 3, 2013. Accessed March 19, 2016. http://www.unwomen.org/en/news/stories/2013/4/femicide-in-latin-america.
[16] “Leticia Picado Palma, 25.” Fusion. Accessed March 15, 2016. http://fusion.net/story/55095/leticia-picado-palma-25/.
[17] “Claudette Rojas, 27.” Fusion. Accessed March 18, 2016. http://fusion.net/story/55100/claudette-rojas-27/.
[18] “Marla Arce Pimienta, 19.” Fusion. Accessed March 18, 2016. http://fusion.net/story/55110/marla-arce-pimienta-19/.
[19] “Abortion and Reproductive Rights in Latin America: IMPLICATIONS FOR DEMOCRACY”. Reproductive Rights Organization. March 2015. http://www.reproductiverights.org/sites/crr.civicactions.net/files/documents/IAD9794%20Repro%20Rights_web.pdf
[20] Fernandez Anderson, Cora. “The Politics of Abortion in Latin America – Rewire.” Rewire. July 17, 2013. Accessed March 15, 2016. https://rewire.news/article/2013/07/17/the-politics-of-abortion-in-latin-america/.
[21] Ibid
[22] “Abortion and Reproductive Rights in Latin America: IMPLICATIONS FOR DEMOCRACY”. Reproductive Rights Organization. March 2015. http://www.reproductiverights.org/sites/crr.civicactions.net/files/documents/IAD9794%20Repro%20Rights_web.pdf
[23] Ibid
[24] Foster, Serrim M. “The Feminist Case Against Abortion.” America Magazine. January 2015. Accessed March 25, 2016. http://americamagazine.org/issue/feminist-case-against-abortion.
[25] Kumar, Nikhil. “The Machismo Paradox: Latin America’s Struggles with Feminism and Patriarchy – Brown Political Review.” Brown Political Review. April 30, 2014. Accessed March 2016. http://www.brownpoliticalreview.org/2014/04/the-machismo-paradox-latin-americas-struggles-with-feminism-and-patriarchy/.
[26] Ibid
[27] Ibid