Los retrocesos de la izquierda latinoamericana: ¿qué significan?
Entrevista al académico Steve Ellner, por Alan Freeman
Publicado originalmente en inglés en Canadian Dimension, tomo 52, número 4 de abril de 2019
Publicado originalmente en español por el Council of Hemispheric Affairs, COHA el 19 de junio de 2019
Traducción de Patricio Zamorano, Co-Director y Editor Senior de Español de COHA
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Freeman: Los gobiernos latinoamericanos progresistas del siglo XXI, los llamados gobiernos de la “Marea Rosa”, han recibido fuertes golpes en el pasado reciente y han sido reemplazados por gobiernos conservadores y de derecha en Brasil, Argentina y Ecuador. ¿Qué dice la gente de derecha sobre los contratiempos de la izquierda?
Ellner: Los detractores del fenómeno de la Marea Rosa insinúan o declaran explícitamente que pronto se convertirá en una cosa del pasado sin ningún efecto duradero. La visión está respaldada por la narrativa del “dinosaurio” y la tesis del “fin de la historia” de Francis Fukuyama, junto con el argumento estándar de los derechistas de que el socialismo y las políticas asociadas con éste terminarán en el basurero de la historia. Estos escritores y activistas políticos, sin embargo, ignoran que el socialismo realmente no ha sido puesto a prueba porque ninguno de los países de la Marea Rosa ha sido socialista. El ochenta por ciento de la economía venezolana, por ejemplo, es propiedad del sector privado.
Algunos de los mismos analistas usan la metáfora del péndulo. La implicación es que la política en la región se caracteriza por un patrón cíclico en el que nada cambia realmente con el tiempo, incluso cuando los gobiernos se alternan entre los líderes de izquierda y de derecha (1). La metáfora del péndulo, sin embargo, va en contra de la teoría del “regionalismo post-hegemónico” en América Latina, que considera que la Marea Rosa inició una nueva fase que desplazó la hegemonía estadounidense basada en el neoliberalismo. Estos escritores agregan, sin embargo, que la Marea Rosa no ha dado origen a un único modelo bien definido (2). Aunque la teoría se formuló en la cúspide de desarrollo de la Marea Rosa, sus defensores continúan destacando su relevancia en la región.
Freeman: Entonces, no todos los analistas han dicho “adiós” al fenómeno de la Marea Rosa. ¿Cuáles son las posibilidades de que tendrá un impacto duradero?
Ellner: Hay varias indicaciones basadas en los acontecimientos pasados, de que el fenómeno de la Marea Rosa persistirá en el tiempo. Es importante tener en cuenta que los países de la Marea Rosa han tenido más poder de permanencia y que hubo un mayor grado de unidad y solidaridad entre ellos que en el caso de las oleadas progresistas y democráticas en América Latina en el pasado. Un ejemplo es el surgimiento de gobiernos progresistas hacia el final de la Segunda Guerra Mundial en Guatemala, Argentina y otros lugares. La lista de países de la Marea Rosa es mucho más larga: Venezuela, Brasil, Uruguay, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, El Salvador, Honduras y Paraguay. Y con la elección de Andrés Manuel López Obrador, México puede ser agregado a la lista. Además, los líderes de la Marea Rosa generalmente han retenido el poder por periodos relativamente largos de tiempo.
Los gobiernos de la Marea Rosa jugaron un papel decisivo en la formación y consolidación de varias organizaciones regionales. Estas incluyen UNASUR, CELAC, ALBA y MERCOSUR, todo lo cual promovió la unidad e integración latinoamericana. Los líderes de la Marea Rosa desempeñaron un papel clave en el apoyo de las naciones que enfrentaron situaciones de crisis política, especialmente Venezuela en 2002-2003 y 2017-2018; Bolivia en 2006 y 2009, y Ecuador en 2010. Este sentido de unidad es particularmente llamativo porque la Marea Rosa incluyó a la izquierda moderada representada por el gobierno de Lula en Brasil y la izquierda más dura representada por Chávez, que históricamente no siempre han tenido relaciones amistosas.
Las perspectivas de futuro del movimiento de la Marea Rosa también tienen que ser consideradas en el contexto del debilitamiento histórico del sistema de partidos políticos tradicionales en gran parte de América Latina y el fracaso de las élites políticas emergentes “pro-establishment” para llenar el vacío resultante. Durante el período de la Marea Rosa, los partidos a favor del modelo tradicional (que habían sido elementos importantes en el sistema político de su nación durante un período de muchas décadas), se convirtieron en sombras de lo que eran antes. Este es el caso del Partido Radical en Argentina, el Partido Colorado en Uruguay, el COPEI en Venezuela, el MNR en Bolivia, el Partido Demócrata Cristiano de Chile y los Partidos Conservador y Liberal en Colombia.
Al mismo tiempo, el índice de aprobación de los presidentes que se opusieron contra la Marea Rosa ha sido extremadamente bajo, cayendo por debajo de la marca del 20 por ciento en el caso de Juan Manuel Santos en Colombia, Enrique Peña Nieto en México y Pedro Pablo Kuczynski en Perú. Ni siquiera hay que mencionar el caso de Michel Temer en Brasil, que fluctuó entre el 3 y el 4 por ciento de aprobación. El descrédito de los principales adversarios de los movimientos de la Marea Rosa aumenta la posibilidad de su eventual recuperación.
Freeman: ¿Qué pasa con el auge de los gobiernos de derecha en toda la región y en todo el mundo? ¿No amenazan las perspectivas de la Marea Rosa, al menos en el corto plazo?
Ellner: Sí. Pero en otros aspectos los factores internacionales favorecen las perspectivas de supervivencia de los movimientos de la Marea Rosa. Los gobiernos de la Marea Rosa fortalecieron los lazos con dos potencias mundiales, China y Rusia, mientras que la influencia de los Estados Unidos, que puso resistencia a los gobiernos latinoamericanos progresistas, se desvaneció. Los lazos económicos de Estados Unidos con América Latina disminuyeron, al igual que su prestigio, que se desplomó bajo el presidente Trump. Los gobiernos de la Marea Rosa han mantenido relaciones más estrechas con Rusia y China y más tensas con los EE.UU., que ha sido el caso de los gobiernos conservadores y de derecha. Los ejemplos incluyen a Argentina y Brasil. El ávido apoyo de Lula al BRICS (organización conformada por Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica) contrasta con la actitud tibia de Temer hacia el mismo bloque y los comentarios hostiles durante la campaña presidencial de Jair Bolsonaro sobre China.
Freeman: ¿Qué puedes decir acerca de los críticos de los gobiernos de la Marea Rosa que están en la izquierda? Parece que hay un número creciente de ellos, o se han vuelto más vocales en los últimos años, o tal vez ambos factores…
Ellner: los investigadores académicos del fenómeno de la Marea Rosa que la critican desde una perspectiva izquierdista tienden a centrar su discusión en la continua o incluso mayor dependencia de la nación en la exportación de productos primarios, como el petróleo en el caso de Venezuela y la soja en el caso de Argentina. El modelo que ellos critican es denominado “neo-extractivismo”. Su argumento básico es que los gobiernos de la Marea Rosa no han podido alterar la posición de su nación en la economía global y su estado de dependencia (3). Por supuesto, su crítica a los gobiernos de la Marea Rosa por no implementar estrategias efectivas para romper la dependencia de los productos básicos a través de la estimulación de la producción local y la diversificación, es justa. Desafortunadamente. El capitalismo global basado en las multinacionales (es decir, los monopolios a nivel internacional), ha demostrado ser más tenaz y abarcador que en el período anterior a la era de la globalización, que se inició en los años ochenta. Los gobiernos de la Marea Rosa no han podido aflojar este poder dominante.
Sin embargo, por el hecho de basar su análisis en las estructuras económicas ligadas a la economía global, los analistas neo-extractivistas restan importancia a otros factores claves. Para muchos de ellos, el modelo extractivo es el punto de partida para su análisis de todos los fenómenos sociales, políticos y económicos.
El énfasis en la estructura económica en el marco de una crítica integral de la Marea Rosa tiene dos deficiencias importantes. Si usted lee lo que la mayoría de estos intelectuales dicen, no consiguen crear la conexión entre las acciones agresivas de adversarios poderosos que generan desestabilización económica y política, y las políticas y modelos que critican. La descontextualización lleva a conclusiones engañosas. La decisión, por ejemplo, de desarrollar estrategias extractivas y optar por un alto volumen de importaciones baratas, en vez de implementar una política de sustitución de importaciones para favorecer a las empresas nacionales, se debe entender en el contexto del apoyo del sector privado a los esfuerzos de desestabilización. La desestabilización se volvió particularmente violenta al inicio del gobierno de la Marea Rosa en Venezuela y Bolivia. De hecho, Chávez habría sido poco inteligente de haber proporcionado subsidios y crédito para fomentar la producción a la élite empresarial dominante que intentó derrocarlo en varias ocasiones (4).
El mismo conjunto de circunstancias explica la decisión de Chávez de priorizar los programas sociales sobre la diversificación económica, que es una propuesta a largo plazo. Los programas sociales produjeron dividendos inmediatos al asegurar el apoyo activo de los sectores populares que salieron a las calles en reacción al golpe del 11 de abril de 2002. Si Chávez le hubiera dado prioridad a la diversificación económica por encima de los objetivos sociales, el resultado tras el golpe de 2002 podría haber sido diferente (5).
En segundo lugar, muchos de estos críticos de la Marea Rosa basan su análisis en una perspectiva anti-sistémica, pero fallan al no darle un peso significativo a las dimensiones progresistas de las políticas que se han implementado. Los aspectos claves son los programas sociales que generan una sensación de empoderamiento entre los sectores populares, una política exterior nacionalista, la toma de control por parte del Estado de las industrias de sectores estratégicos de la economía, y la democracia participativa.
Freeman: No tienes que ser marxista para reconocer la importancia de la economía. ¿No es el énfasis en los factores económicos un punto fuerte en el análisis de estos analistas?
Ellner: No, si el enfoque en la incapacidad de los países de la Marea Rosa para salir de las garras de la economía global significa restar importancia a los cambios sociales y culturales. Algunos de los principales marxistas históricos han previsto el cambio en un sentido más amplio. Antonio Gramsci y Gorgy Lukács, por ejemplo, defendieron los conceptos de hegemonía y totalidad a través de los cuales la transformación sistémica es un proceso holístico que ocurre durante un período de tiempo, manifestándose particularmente en el frente cultural. El historiador E. P. Thompson escribió en términos similares sobre la transformación como una acumulación de experiencias que abarcan períodos de un siglo, a veces llenos de reveses políticos. Estos puntos de vista se prestan a una evaluación más positiva de los gobiernos de la Marea Rosa en base a una perspectiva a largo plazo.
Freeman: Entonces reconoces que los gobiernos de la Marea Rosa han tenido serios defectos, pero al mismo tiempo señalas aspectos positivos. ¿Cuáles son esos elementos positivos?
Ellner: Definitivamente hay pros y contras. En mi opinión, los críticos de la izquierda han tenido cierta razón en su discusión de los contras, pero han minimizado o ignorado completamente a los pros. El punto de partida lógico para la evaluación de los avances de los gobiernos de la Marea Rosa y sus implicaciones a largo plazo son los programas sociales. Los analistas neo-extractivistas generalmente ignoran la importancia de la transformación de los programas sociales de la Marea Rosa, incluso aunque reconozcan que su priorización y la estrategia centrada en el estatismo en general, representaron una ruptura con el pasado neoliberal.
Estos analistas señalan que los ingresos por la exportación de productos primarios financian los programas sociales. De esta manera, los programas sociales exitosos fortalecen la legitimidad de la economía extractivista, o por lo menos eso dice el argumento. Es decir, los programas sociales desvían la atención de los dañinos efectos económicos y ambientales de extractivismo. (6)
Estos mismos críticos de la Marea Rosa desde la izquierda fallan al no lograr equilibrar las críticas a los programas sociales con el reconocimiento de sus méritos de largo alcance. Específicamente, los programas sociales fomentan un sentido de eficacia, empoderamiento y participación entre los no privilegiados, en particular los sectores marginados de la población. Al mismo tiempo, sin embargo, en el caso de Venezuela, ha habido un exceso de bienes y servicios gratuitos o muy subsidiados, así como bonos que no se otorgan sobre la base de la productividad, la educación u otras causas justificables. Así que la dimensión social del gobierno tiene aspectos positivos y negativos.
Otra área con ventajas que los críticos de Maduro ignoran en gran parte es el modelo de participación democrática, que fue consagrada en las constituciones de Venezuela, Bolivia y Ecuador. Los referendos y las elecciones revocatorias a nivel nacional (un mecanismo que no tenemos en los Estados Unidos), se han celebrado en los tres países. Adicionalmente, la movilización como estrategia fue especialmente significativa en situaciones en las que el gobierno respondió a las amenazas provenientes de una oposición “desleal” al pedir a sus seguidores que salieran a las calles, en lugar de intentar llegar a acuerdos desde arriba con las cúpulas de las élites políticas. Desafortunadamente, el gobierno de Dilma Rousseff no utilizó esta estrategia en el momento de su destitución.
Los analistas de ambos lados del espectro político han criticado la concentración de poder en las manos del ejecutivo nacional, un fenómeno conocido como “hiper-presidencialismo”. Además, en países como Venezuela, el partido político gobernante, el PSUV, está encabezado por ministros, congresistas, gobernadores y similares. Por lo tanto, carecen de un estatus semi-autónomo frente al Estado, lo que permitiría al partido monitorear e inspeccionar el aparato estatal con el fin de combatir el mal uso del poder y en especial la corrupción.
Freeman: ¿Hay otros aspectos con partes positivas y negativas?
Ellner: Los analistas neo-extractivistas subestiman la forma en que los países de la Marea Rosa modificaron modelos económicos pasados enraizados en el sistema de la empresa privada. Los gobiernos de la Marea Rosa en diversos grados fueron más allá de las medidas regulatorias de tipo keynesiano al fortalecer la participación directa del Estado en sectores estratégicos de la economía. El control estatal de esos sectores ha sido una bandera de la izquierda en América Latina que se remonta al pasado. El sector privado y la oposición política se opusieron firmemente a estas medidas (Exxon y ConocoPhillips se retiraron de Venezuela y demandaron al país en una corte internacional). Los ejemplos incluyen medidas que proporcionaron al Estado una participación mayoritaria en la compañía petrolera argentina YPF y en la industria petrolera de Venezuela, junto con la expropiación de las industrias del cemento, la electricidad y el acero y numerosas otras compañías en esa nación; también la expropiación por parte del gobierno ecuatoriano de 195 empresas del grupo ISAIAS debido a sus tratos corruptos; y medidas tomadas en Bolivia que proporcionaron al Estado un importante papel en la toma de decisiones en el sector de hidrocarburos y otras industrias extractivas .
Posteriormente, algunas empresas estatales como PDVSA se vieron afectadas por la corrupción. Sin embargo, al igual que el hecho de que la mala gestión y la corrupción de la compañía petrolera mexicana PEMEX no restó valor a la importancia histórica de la nacionalización de la industria en 1938, estas medidas tienen valor en sí mismas, independientemente de los bajos niveles de eficiencia de algunas de las empresas estatales en los países de la Marea Rosa.
Freeman: ¿Hay alguna política que se haya puesto en práctica sin inconvenientes?
Ellner: El impulso nacionalista de la política exterior de los países de la Marea Rosa. A pesar de sus simpatías hacia la izquierda, los analistas neo-extractivistas tienden a pasar por alto estos logros. Los gobiernos de la Marea Rosa insistieron en la incorporación de Cuba en la comunidad hemisférica de naciones, endurecieron las posiciones de sus respectivas naciones a favor del reclamo por las Islas Malvinas de Argentina y apoyaron iniciativas que promovieron la unidad e integración de América Latina. Como parte de una reformulación de la política de Medio Oriente, los gobiernos de la Marea Rosa establecieron relaciones más estrechas con Irán y asumieron una posición pro-Palestina más asertiva.
El papel activista de los líderes de la Marea Rosa, especialmente Chávez, Lula y los Kirchner en favor de la unidad e integración latinoamericana, tampoco tiene aspectos negativos, al menos desde una perspectiva izquierdista. El objetivo era establecer un tipo de Unión Europea para América Latina. Chávez fue el primero en señalar en la Cumbre de las Américas en la ciudad de Quebec en abril de 2001 (donde fue el único líder latinoamericano en oponerse al Área de Libre Comercio de las Américas, el ALCA), que América Latina necesitaba primero lograr la unidad, después de lo cual podría negociar con los Estados Unidos desde una posición de igualdad en lugar de debilidad. Con la formación de organizaciones como UNASUR y CELAC, los líderes de la Marea Rosa rechazaron el “panamericanismo”, que significa “unidad junto a los Estados Unidos y Canadá”, que históricamente ha sido un eufemismo para la hegemonía estadounidense en el hemisferio.
Freeman: Dada la gravedad de la situación económica, ¿no es comprensible que muchas personas han asumido una posición anti-Maduro?
Ellner: Quizás. Pero se necesita poner lo que está sucediendo en Venezuela en contexto. Un punto de partida lógico es una mirada a la agresividad y la hostilidad que se originan en la oposición venezolana. Ciertamente, la oposición a los líderes de la Marea Rosa fue más intensa que en tiempos normales. En muchos casos, los dirigentes de la oposición representaron una “oposición desleal”, ya que al cuestionar las credenciales democráticas de la izquierda, desconocieron la legitimidad del gobierno, a veces con la intención de lograr un “cambio de régimen” a cualquier costo. Además, el cese de las inversiones por parte del sector privado generó escasez y desempleo. En el caso de Ecuador, la radicalización de la oposición fue respaldada por la facción financiera de la burguesía, cuyos intereses se vieron particularmente afectados por las políticas de Correa.
El caso más extremo fue Venezuela, donde la oposición a los gobiernos chavistas casi desde el principio fue inflexible y adoptó diversas formas: las huelgas generales apoyadas por las empresas (en realidad, “cierre patronal” sería un término más preciso), lo que llevó a un golpe de Estado en abril de 2002 y violencia callejera en 2003, 2007, 2013, 2014 y 2017; no reconocimiento de resultados electorales en 2004, 2005, 2013, 2017 y 2018; una “guerra económica” que consistió en una huelga general en 2002-2003, cese de las inversiones y la decisión de varias corporaciones multinacionales de Estados Unidos de cerrar operaciones en la nación; la campaña diplomática contra el gobierno venezolano por parte de Washington, la OEA y el Mercosur; las duras sanciones económicas impuestas por la administración de Trump y la amenaza de intervención militar; y la condena sistemática por parte de los grandes medios empresariales de comunicación nacionales y extranjeros, así como la jerarquía de la Iglesia.
Desafíos de esta naturaleza presionaron a los gobiernos progresistas a hacer concesiones y llevar a cabo ciertas políticas que a la larga socavaron la estabilidad económica y política, así como el logro de los objetivos planteados. Específicamente, los gobiernos reaccionaron mediante la implementación de estrategias pragmáticas para convencer o neutralizar a los miembros del sector privado y las iniciativas populistas, para satisfacer las necesidades a corto plazo de los miembros de los sectores populares y frenar a los disidentes. Estos conjuntos de políticas en muchos países de la Marea Rosa, aunque políticamente tuvieron éxito a corto plazo, a veces eran contraproducentes, en la forma de corrupción, despilfarro de recursos y lentitud económica.
Freeman: ¿No hay espacio para aquellos que defienden posiciones distintas, incluso contradictorias, dentro del movimiento de solidaridad?
Ellner: El debate de la izquierda sobre los aspectos positivos y negativos de la Marea Rosa afecta el movimiento de solidaridad que se opone a las sanciones financieras y la intervención extranjera, especialmente en el caso de Venezuela. Así está, por ejemplo, la posición de “una plaga sobre ambas casas”, que prácticamente niega que el gobierno sea mejor que la oposición de derecha, y eso menoscaba la efectividad del trabajo de solidaridad a favor de Venezuela. A falta de una invasión militar de un país extranjero, es difícil convocar a las personas en torno a un gobierno cuyo desempeño se considera deplorable. En este sentido, la situación venezolana es diferente a la de Medio Oriente, donde la participación militar de los EE. UU. en forma de tropas en el terreno es en sí misma una razón poderosa para que los ciudadanos estadounidenses o los de cualquier país protesten, independientemente de su opinión sobre los talibanes, Saddam Hussein o Bashar al-Assad. Pero incluso en esos casos, la ausencia de una figura icónica como Ho Chi Minh, cuya imagen positiva fortaleció la determinación de muchos manifestantes en contra de la guerra de Vietnam, explica en parte la debilidad del actual movimiento anti-guerra en comparación con los años sesenta. Así que, el examen de las características específicas de los gobiernos de la Marea Rosa tiene repercusiones que van más allá de las salas de clases.
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Notas de pie de página
(1) Andres Oppenheimer, “Surprisingly, support for capitalism in Latin America on rise despite leftist leaders” Miami Herald, 27 de octubre de 2017. https://www.miamiherald.com/news/local/news-columns-blogs/andres-oppenheimer/article181097946.html
(2) Pía Riggirozzi y Diana Tussie, “The Rise of post-hegemonic regionalism in Latin America,” en Riggirozzi y Tussie (eds.), The Rise of Post-hegemonic Regionalism: The Case of Latin America. Dordrecht, Netherlands: Primavera, 2012, p. 10.
(3) Maristella Svampa, “Resource extractivism and alternatives: Latin American perspectives and development.” Journal Für Entwicklungspolitic 28, 2012, pp. 43-73.
(4) Steve Ellner, “Implications of Marxist State Theory and How they Play Out in Venezuela.” Historical Materialism 25, número 2, 2017.
(5) Steve Ellner, “Venezuela’s social-based democratic model: innovations and limitations.” Journal of Latin American Studies 43, número 3, 2011, pp. 421-422.
(6) Eduardo Gudynas, “Beyond varieties of development: disputes and alternatives.” Third World Quarterly 37, número 4, 2016, pp.722-724.
(7) Mike González, “Being Honest About Venezuela” Jacobin Magazine, 8 de julio, 2017.
https://www.jacobinmag.com/2017/07/venezuela-maduro-helicopter-attack-psuv-extractivism-oil
Steve Ellner es Editor Asociado de la revista académica “Latin American Perspectives” y profesor jubilado de la cátedra de historia económica de la Universidad de Oriente en Venezuela, desde 1977 hasta 2003. Entre sus numerosos libros sobre política e historia de América Latina está “Latin America’s Pink Tide: Breakthroughs and Shortcomings”, de la editorial Rowman y Littlefield (“La Marea Rosa de América Latina: avances y deficiencias”). Es un colaborador frecuente de NACLA: Informe sobre las Américas.